El desarrollo de Grok 4, el último modelo de Inteligencia Artificial de la compañía xAI fundada por Elon Musk, ha supuesto un desembolso de 490 millones de dólares, alrededor de 414 millones de euros, y un consumo energético comparable al que necesitaría una ciudad de 4.000 habitantes. Según un informe publicado por la organización Epoch AI, dedicada a la investigación del futuro de la inteligencia artificial, el impacto medioambiental de este proceso equivale a las emisiones de dióxido de carbono de un avión Boeing durante tres años.
Los cálculos de los investigadores sitúan el gasto en unas 310 gigavatios por hora, lo que se traduce en 154.000 toneladas de CO₂ emitidas a la atmósfera. La magnitud del entrenamiento se estimó tomando como referencia los datos de Grok 3 y proyectando que el nuevo modelo se entrenó en supercomputadoras con GPU H100 de alto rendimiento, en un total de 246 millones de horas de procesamiento.
El informe aclara que el cómputo incluye no sólo el consumo directo de las unidades de procesamiento, sino también el de toda la infraestructura asociada. Sistemas de refrigeración, servidores auxiliares y el mantenimiento general de los centros de datos han contribuido a disparar el coste energético.
A la electricidad se suma el uso intensivo de recursos hídricos. Epoch AI estima que fueron necesarios unos 754 millones de litros de agua, una cantidad suficiente para llenar 300 piscinas olímpicas. Este volumen se habría destinado tanto a la refrigeración de los sistemas como al funcionamiento de los generadores de gas natural empleados en la supercomputadora Memphis Colossus, propiedad de xAI.
La organización advierte de que este gasto de recursos plantea interrogantes éticos y medioambientales sobre el rumbo de la inteligencia artificial y sus implicaciones para la sostenibilidad, ya que el coste material de entrenar estos modelos crece en paralelo a sus capacidades técnicas.