Sindicatos contra Madrid, silencio ante Sánchez

Los sindicatos mayoritarios han decidido salir este 1 de Mayo contra la Comunidad de Madrid, convocando una manifestación en el centro de la capital para clamar, según ellos, contra las "políticas disfrazadas de libertad" que estarían mermando derechos. Llama la atención que no haya convocatorias semejantes contra el Gobierno de Pedro Sánchez, que desde Moncloa ha firmado las mayores agresiones al bolsillo, a la justicia y al sentido común en décadas, sin que ni UGT ni CCOO hayan movido un dedo en la calle.
Ni un gesto, ni una pancarta cuando se aprobó una ley de amnistía a medida para los socios separatistas del Gobierno; ni una marcha contra la presión fiscal asfixiante; ni una sola concentración en apoyo a agricultores, ganaderos o transportistas cuando salieron a la calle a pedir algo tan básico como poder vivir de su trabajo. No. Ahí los sindicatos prefirieron mirar hacia otro lado. Pero contra Madrid, sí. Contra Madrid siempre.
Y eso que Madrid, por más que les moleste, no es sinónimo de recorte, sino de libertad. Libertad para elegir médico, colegio, modelo de vida. Es sinónimo de progreso, de inversión, de empleo, de dinamismo. Una comunidad que lidera sin aspavientos, que atrae talento, empresas, oportunidades, que respeta al contribuyente y que confía en su gente. Donde se baja impuestos sin reducir servicios. Donde se crece sin aplastar. Donde se tiende la mano al que quiere salir adelante sin convertirlo en rehén del subsidio.
¿Eso es lo que tanto les duele? Porque no hay otra explicación. Lo que molesta no son los supuestos derechos que se "merman", sino que Madrid funciona. Y esa evidencia deja sin coartada a quienes necesitan el conflicto para justificar su existencia. Porque estos sindicatos no luchan por el trabajador, luchan por su supervivencia política. No son defensa obrera, son activismo ideológico. No representan al obrero anónimo que madruga y pelea cada día, sino al relato que repite consignas al dictado del poder que les conviene.
La manifestación no va contra políticas concretas, va contra un modelo de sociedad que escapa a su control. Uno en el que el mérito cuenta más que el carné, en el que el esfuerzo tiene recompensa, y en el que el éxito no se penaliza. Por eso protestan. Porque Madrid es la prueba de que se puede hacer otra política: abierta, moderna, sin dogmas ni trincheras. Una política que no les necesita. Y eso, para ellos, es imperdonable.