Fusiones y pensiones

Fusiones y pensiones

El entusiasmo generalizado por la fusión de dos bancos me hizo pensar que, a lo mejor, más de la mitad de los españoles eran accionistas de alguna de las dos entidades, pero enseguida caí en la cuenta de que dado el número de empadronados en este país (que supera los 47 millones) y el número de accionistas concentrados en el Ibex, la suposición era errónea y estadísticamente imposible.

A mí, particularmente, las fusiones ni me entristecen, ni me alegran. Lo único que me suscitan es un punto de alarma, merced a mi experiencia, no como accionista, sino como espectador y modesto contribuyente, porque tras las fusiones la suma de empleados suele ser excesiva y, entre la empresa, los sindicatos y la colaboración gubernamental, le pegan un mordisco al maltrecho fondo de pensiones a través de las jubilaciones anticipadas. Da igual que esté la derecha o la izquierda en Moncloa. Los tres protagonistas del atraco legal están de acuerdo para evitarse líos, y un montón de hombres y mujeres, con una edad en la que podrían seguir trabajado un decenio más, comienzan a cobrar sus pensiones al cien por cien.

Cuando el erario público acude en socorro de las empresas camino de la ruina, los sindicatos tienen una definición exacta y le llaman "socializar las pérdidas". Bueno, pues en las fusiones los contribuyentes acudimos en socorro de los vencedores y les ayudamos a que no rebajen sus ganancias por el exceso.

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