Este Parlamento lamentable que nos ensucia

Un país no puede respetarse a sí mismo cuando sus representantes se acusan mutuamente de favorecer cloacas, prostíbulos, mafias de varias especies y corrupciones de toda laya.
Imposible no generar un ambiente generalizado de corrupción cuando, desde los antaño respetados escaños parlamentarios, se vierten las peores lacras contra el rival político, convertido en enemigo acérrimo. Y lamentablemente el resumen de la semana, con las vacaciones llamando a la puerta, no puede plasmarse sino en términos tan poco edificantes como 'sauna', 'audios', o las ya citadas cloacas que son las que, según el PSOE dice con veladas alusiones a la 'policía patriótica', se encargan de espiar al partido gobernante. La inmoralidad más extremada ha llegado a las playas de la política española, que, como evidencia, registra en prisión a quien hasta hace un mes fuese el 'número tres' del partido gobernante en la cuarta potencia europea.
Claro, parece lógico que esa inmoralidad de nuestra política se propague por las instituciones y llegue a las bases de la sociedad. ¿Por qué mostrar una conducta ejemplar cuando quienes reciben nuestros votos y el fruto de nuestros impuestos no la tienen, o no pueden demostrar suficientemente ante la opinión pública que la tienen? Poco a poco se irá sabiendo el daño que a las estructuras anímicas de la sociedad española les han hecho José Luis Ábalos, o Santos Cerdán, o los Koldo de turno, que ahora parece que andan subastando audios y vídeos comprometedores para tal o cual ministro o hasta para tal o cual jefe de ministros. Creo que el culebrón, que no es precisamente una serpiente de verano, no ha acabado aún.
Pero el mayor daño al andamiaje moral del país lo hacen quienes, sabiendo que sus 'patrocinados' estaban en la cuerda floja, porque los medios rara vez se inventan las cosas, seguían apoyándolos, manteniéndolos en sus cargos y poniendo las manos en el fuego por ellos. E incluso mintiendo por ellos, que la mentira es otro de los ingredientes que triunfan en la cocina política de nuestro país. Lo mismo que la mala educación, la difamación o la falta de límites en el disparo de las acusaciones. Especialmente lamentable, ya digo, me pareció la alusión a las actividades 'profesionales' del suegro del presidente, ya fallecido, y en cuyos negocios, que se sepa, nada ha tenido que ver un Pedro Sánchez que merece innumerables críticas por otros motivos. Pero seguramente no por este, más allá de la 'vendetta' por otras inadecuadas referencias que Sánchez hace contra la Presidenta del Gobierno regional y su novio, por ejemplo.
Hay que acabar con esta basura que contamina nuestro Parlamento mucho más que esos seudo periodistas ultras a los que, con justa razón, denuncian mis compañeros en el Congreso. El debate parlamentario, e incluso el de los mítines, tiene sus limitaciones, y seguir esgrimiendo la fotografía del líder de la oposición en un barco con un narcotraficante me parece casi tan inmoral como aludir a las 'saunas' del suegro del presidente. Esa no es la política que hay que debatir en un mundo en cambio y atenazado por peligros ciertos para la estabilidad de la Unión Europea, para el comercio mundial y también para la paz.
Eso, en el plano externo, que en el interno tenemos muchos otros problemas y carencias, desde los derivados de los desajustes territoriales y financieros hasta el muy concreto de la vivienda, en el que también nuestros representantes se muestran incapaces de llegar a un acuerdo válido para solucionar las angustias de la ciudadanía.
Pero de todo esto, desde el rearme militar prescrito por la OTAN hasta el 'cupo catalán', pasando por tantas otras cosas vitales para la supervivencia del mundo que hasta ahora hemos conocido, solo se habla en las horas bajas de nuestro Parlamento, cuando ya los líderes de los grupos parlamentarios se han saciado de sacudirse de lo lindo con acusaciones -algunas veces falsas- de todo tipo. Si el poder Legislativo es, como cualquier politólogo puede afirmar, el que mejor muestra la calidad democrática de una nación, apañados vamos.