"Y dejé de llamarte papá": un grito por todas las mujeres

"Y dejé de llamarte papá": un grito por todas las mujeres

Después de que se hiciera público el caso de Gisèle Pelicot -mujer que durante años fue drogada por su marido, Dominique Pelicot, y grabada mientras una cantidad incontable de hombres la violaba-, su hija Caroline Darian (Massy, 1978), a modo de desahogo, decidió publicar “Y dejé de llamarte papá” (Ed. Seix Barral, 2025), un volumen que cuenta cómo se vivió esta iniquidad de puertas adentro. Además, la autora habla con dureza con respecto a la situación actual de las mujeres, aportando una mirada crítica y comprometida.

El libro adopta la forma típica de un diario íntimo, que parte desde el 2 de noviembre de 2020, cuando la escritora recibió la noticia del encarcelamiento de Dominique, hasta un año después de su primera audiencia. A través de estas páginas, la autora nos acerca a ese horror que tuvo que vivir, donde día tras día salían a la luz más fotografías y videos que mostraban a más víctimas, agresores y crímenes encabezados por su propio padre.  

Este libro no solo es un testimonio, es una denuncia hacia los hombres que han ejercido la sumisión química (que como relata la autora en el libro, a diferencia de lo que se piensa, está muy extendida), pero, además, es un muestrario de patrones, de señales de lo que este sistema patriarcal hace a las mujeres no solo fuera de casa, sino bajo su propio techo, en la “seguridad” de su hogar.

La casa en la que se crio Caroline Darian y en la que vivió gran parte de su vida Gisèle Pelicot empieza a tener las sombras propias de un lugar donde se ha cometido un crimen. Los cuadros, las paredes, las camas e incluso las ventanas están sucias, aunque se limpien repetidas veces. Los recuerdos duelen y los espejos reflejan una imagen de sí mismas que no pertenece al pasado ni al presente, sino a un entreacto muy doloroso. Allí, ellas no disfrutan de esa vida desconocedora de la verdad que la mente les había ocultado y, por añadidura, siguen arrastrando la carga de esos años. 

En el libro se retrata cómo la violencia intrafamiliar genera un trauma que puede durar toda la vida, romper la estabilidad y el vínculo con la familia. Los encuentros y las festividades, que antes eran motivo de alegría, ahora se caracterizan por las sillas vacías, como recordatorio de esa herida que no cicatriza. La ausencia de Dominique Pelicot marcó un antes y un después.

La autora transmite, a través de su propia experiencia, la preocupación por las víctimas de violencia sexual porque el sistema no está adaptado para que ellas recuperen su salud, debido a que el apoyo durante los procesos judiciales es calamitoso. Las dejan solas sin tener en cuenta que están reviviendo lo que les ha estado atormentando durante años. La escritora insiste en que la sanidad y la justicia deben ir de la mano. 

Se trata de un volumen que, al hilo de los hechos, está cargado de reflexiones. Caroline Darian perdió a su padre. Y sin embargo, recuerda que, en este mismo caso, los más de setenta agresores de Gisèle Pelicot eran también hijos, padres, hermanos y abuelos. Eran gente de bien: estudiantes, abogados, médicos… En palabras de la autora “los agresores suelen ser buenos patriarcas a los que invitas gustosamente a tomar una copa”. 

“Y dejé de llamarte papá” insiste en que muchas mujeres no denuncian los malos tratos por vergüenza o por el síndrome de Estocolmo. La víctima, según se subraya en estas páginas, tiende a pensar que es mejor pensar que fue un hecho aislado, que ese compañero, amigo o familiar es un hombre decente, como lo ha sido siempre… Darian dibuja el sistema perverso de poder que ejercen los agresores sobre sus víctimas: manipulan y tergiversan la historia para hacer creer a la víctima que la culpa de lo sucedido es suya. Entonces, esa culpa termina por convertirse en vergüenza.

Por eso, según queda reflejado en este volumen, Gisèle Pelicot opta por un juicio público y Caroline Darian, también víctima de las atrocidades que cometió su padre, escribe un testimonio para visibilizar este tipo de violencia. Porque, insiste, no es un caso aislado, es sistemático y la vergüenza tiene que cambiar de bando. 

Este libro es un grito de rabia, mezclado con el desconcierto y la añoranza de una vida donde las violaciones y los abusos a las mujeres se entendían como algo lejano, que pertenecía casi a otro mundo y que solo se contemplaban en los medios de comunicación. 

Los golpes de realidad duelen, pero también desatan, liberan. Rompen relaciones, pero estrechan otras tanto que se vuelven indestructibles: este es el caso de la autora y su madre, Gisèle Pelicot, a quien se la recordará siempre como una luchadora, una heroína que sobrevivió y salió adelante por su familia y por todas las mujeres.

@estaciondecult

 

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