El consumo de carne sigue aumentando entre la población

En las últimas fechas uno de los leitmotiv más repetidos es que la carne es mala, no es sana o que provoca enfermedades. Defender y extender este tipo de opiniones es muy peligroso y preocupante. Generalizar es un estigma cada vez más normalizado en esta sociedad influenciada en muchos casos por los generadores de opiniones que aparecen en las redes sociales (influencers).
Después de varios años de estancamiento, el consumo de carne ha aumentado en los hogares españoles y con la carne fresca ha ocurrido lo mismo. Las cifras de consumo son cada vez más cercanas a lo que se producía en el año 2010.
La carne más consumida por los españoles es la fresca, sobresaliendo por encima de todas el pollo. Le sigue muy de cerca la carne de cerdo. El precio también es determinante ya que la carne roja es más cara que el pollo, por ejemplo. Todas las carnes frescas perdieron consumo en las últimas fechas, pero más acusado en el vacuno, y en el pollo los últimos 4 años. En 2020 todas repuntan sin excepción.
El pequeño comercio se defiende
La tienda tradicional sigue teniendo gran importancia en la venta de carne, manteniendo casi un 22 % de cuota. Esto es un punto a favor del pequeño comercio que tanto está sufriendo en las últimas fechas con el cierre de mercados tradicionales, los estudios reflejan que la gente prefiere a la hora de comprar carne, estar aconsejados por profesionales del sector – lo que toda la vida se ha producido en las tiendas de barrio-.
Por último, tenemos que tener en cuenta que el consumo de la carne fresca es más demandado por las clases altas. En el año 2020 las clases más pudientes consumían un 23% y en cambio las más bajas no llegaban al 18%, se quedaban en un 17,9%. Un porcentaje menor si lo comparamos con el año 2010 en el que el consumo de carne por las clases más bajas era de un 19% y las más altas un 22,8%, no llegando a las cifras de la actualidad.
Para terminar, destacamos que los últimos datos arrojan una afirmación difícil de discutir: estar más tiempo en casa y dedicar más minutos a cocinar se refleja en los modos de preparación, creciendo los más demandantes de tiempo: hervido, guisado u horno. El rebozado cada vez es menos habitual en la dieta diaria de una familia.