Arde el Congreso

Este miércoles saltaron todos los registros de la bronca habitual en las sesiones de control del Congreso.
Poco ejemplares han sido sus señorías encabritadas por cuenta de la corrupción de cercanías en el Gobierno y el empeño de Sánchez en hacernos creer que no es para tanto, porque la rápida actuación del PSOE ha cancelado a los componentes del "triángulo tóxico" (Ábalos, Koldo, Cerdán).
Bochorno y vergüenza ajena por la pobreza argumental del presidente para defenderse de los escándalos que han hundido su credibilidad (incapaz de salirse del "y tú, más"). Bochorno y vergüenza también por el barriobajero espectáculo de sus señorías enzarzadas en recíprocas faltas de respeto e insultos de ida y vuelta.
Los gritos "¡Dimisión¡, ¡dimisión!, ¡dimisión!" silenciaron la reglamentada banda sonora de una Cámara Baja que ha convertido estas sesiones en sucesivos diálogos de besugos. La oposición pregunta lo que le parece y el Gobierno responde lo que le da la gana.
Esta vez, las excusas de Sánchez para eludir la pregunta de Feijóo (¿Cuándo va a presentar la dimisión?) se ahogaron en el griterío del hemisferio derecho del Hemiciclo. De ahí salieron acusaciones tan brutales como la del líder del PP, que le acusó de ser el "lobo de una manada corrupta". O como la de Santiago Abascal (VOX), que le calificó de "indecente, corrupto y traidor".
Pero eso en realidad no era nada nuevo. Lo nuevo es la incomodidad de los socios y aliados del Gobierno. Arrastran los pies a la hora de ubicarse en el bando de Sánchez. Los socios de Sumar se ausentaron, los de Podemos ya se han emancipado del "bipartidismo", mientras que los aliados de Junts recuerdan que si aparecen como socorristas del presidente no es por amor sino por interés (Miriam Nogueras), los vascos del PNV (Aitor Esteban) y de Bildu (Arnaldo Otegi) dicen que ya no sirve agitar el miedo al tándem PP-Vox y los de ERC piden elecciones (Gabriel Rufián).
Todo esto es un presagio de que a Sánchez no le espera un camino de rosas durante los dos años de prórroga conseguida de aquella manera. Si es que dura esos dos años hasta las elecciones generales que tocan en 2027. Tengo mis dudas.
Haber renovado o estar a punto de reflotar políticamente gracias a unos socorristas que ya ejercen de mala gana, en vez de haberle dado la palabra a los españoles, que hubiera sido su inmediata cancelación, le dejan claramente expuesto a un suicidio político a cámara lenta. Ha optado por alargar la inoperancia de un Gobierno débil y un PSOE sumido en la desmoralización. Y eso es como cocerse a fuego lento en el caldo de su arruinada credibilidad y absoluta falta de autocrítica, según sentencia editorial del prestigioso diario británico "The Times".