Un fósil de pterosaurio conserva el mordisco de un cocodrilo ancestral

Un hueso fosilizado de un pterosaurio juvenil, descubierto en el Dinosaur Provincial Park de Alberta, Canadá, presenta una perforación de cuatro milímetros que, según un reciente estudio publicado en el Journal of Palaeontology, corresponde a la mordedura de un cocodrilo prehistórico.
Este hallazgo proporciona valiosa información sobre las interacciones entre especies durante el período Cretácico.
El Dr. Caleb Brown, autor principal del estudio y miembro del Museo Royal Tyrrell de Paleontología, subrayó la excepcionalidad de este descubrimiento: "Los huesos de pterosaurio son extremadamente frágiles, y encontrar ejemplares con marcas claras de mordeduras es inusualmente raro. Además, el hecho de que se trate de un ejemplar juvenil lo hace aún más singular". La vértebra analizada pertenece a un pterosaurio azdárquido joven (Cryodrakon boreas), cuya envergadura se estima en dos metros, mientras que los adultos de esta especie podían alcanzar el tamaño de una jirafa y una envergadura de hasta 10 metros.
Pruebas científicas del ataque
Mediante tomografías computarizadas microscópicas y comparaciones con otros fósiles de pterosaurios, los investigadores confirmaron que la perforación no fue causada por daños durante la fosilización o la excavación, sino por una mordedura auténtica. El Dr. Brian Pickles, coautor del estudio y académico de la Universidad de Reading, explicó: "Los rastros de mordedura permiten documentar las interacciones entre especies en esta época. Aunque no podemos determinar si el pterosaurio estaba vivo cuando fue mordido, el fósil sugiere que los cocodrilos ocasionalmente cazaban o se alimentaban de estos jóvenes reptiles voladores en la Alberta prehistórica".
Primera evidencia en América del Norte
Este fósil representa la primera evidencia documentada en América del Norte de cocodrilos alimentándose oportunistamente de pterosaurios. Aunque otros huesos de azdárquidos con posibles marcas de mordeduras de cocodrilo se han encontrado en Rumanía, este descubrimiento añade una nueva dimensión al conocimiento de las relaciones ecológicas en el Cretácico superior.