“El cuaderno prohibido”, un alegato feminista de los 50 en clave contemporánea

“El cuaderno prohibido”, un alegato feminista de los 50 en clave contemporánea

Visto con perspectiva, cuesta creer que haya libros que, adscritos a su tiempo, descifren las cuestiones que siguen encabezando el sentir y las preocupaciones de la generación actual. Pero, si nos paramos a pensar en que estos problemas todavía no están resueltos, quizás sí entendamos por qué las hojas nos devuelven el reflejo de nuestros pesares y no de aquellos escritos hace más de cincuenta años. 

“El cuaderno prohibido” (Seix Barral, 2022) se publicó originariamente en 1952, hace ahora 70 años exactos. La editorial Seix Barral, integrada en el Grupo Planeta, decidió recuperar este pasado septiembre una historia cuyas reflexiones están evocadas en clave contemporánea. La autora, Alba de Céspedes (Roma, 1911), destacó entre las personalidades de su época, no solo por su actividad literaria, sino por su implicación y carácter reivindicativo en las luchas antifascista y feminista, entre otras. Gracias a su labor como periodista pudo incidir en la política a través de la palabra, lo que también consiguió con la novela. En ellas, pinta los escenarios de aquella contemporaneidad y articula en sus calles a unos personajes que sobrepasan la bidimensionalidad. Su profundidad y caracterización emulan retratos reales, en poco o nada limitados por los límites de la ficción (valga la redundancia). Por ello es tan necesario redescubrir y reintegrar en nuestras vidas lecturas que significaron tanto entonces y que, asimismo, sugieren planteamientos igualmente importantes hoy. 


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Junto con “Dalla parte di lei” (1949), “El cuaderno prohibido” es la obra que catapultó la fama y prestigio de De Céspedes. En sus páginas, encontramos los pensamientos de una mujer cuya vida se ha visto reducida a los servicios de esposa y madre. Presa de las normas sociales que la Italia de los cincuenta le impone, Valeria Cossati decide comprar un cuaderno en el que poco a poco irá descubriendo su día a día y, en torno a él, las vicisitudes que encarnan sus más profundos sentimientos. Visto como un acto de rebeldía, Valeria se ve obligada a ocultar la libreta a sus familiares, que no entenderían la necesidad de plasmar en papel lo que acontece en la cabeza de una “mujer cuarentona”. Así comienza la odisea de la protagonista, dividida entre el rol que asume como deber social ⎯madre y esposa modelo⎯ y la mujer que realmente es: una que percibe, desea y siente más allá de sus responsabilidades. Estas dos personalidades abren paso a una lucha interna que solo el monólogo, en este caso, en forma de escritura, es capaz de evidenciar.

“Pensaba que no había en toda la casa un cajón, un rinconcito que fuera solo mío. Me propuse hacer valer mis derechos desde ese mismo día”. De esta manera el personaje principal inaugura su despertar, ese en el que se embarcará a lo largo del libro para darse cuenta de qué es tolerable, qué es justo, qué le corresponde y qué no. Sin embargo, al dejar fluir estos pensamientos en el diario, también la confundirán las lecciones que siempre ha recibido. Batallarán en su cabeza lo que “debe hacer” ⎯lo estipulado por la sociedad⎯ y lo que considera que verdaderamente merece ⎯como mínimo, un pequeño rincón en casa que sea exclusivamente suyo⎯. 

No obstante, este “rincón” lo encuentra en las palabras. Valeria confiesa que antes de escribir, todo lo que acontecía en su vida era efímero; conforme sucedía, se olvidaba. Pero ahora que cuenta con una herramienta imperturbable, acude a los pasajes de su rutina con otra perspectiva, una que la avisa de que algo ⎯o todo⎯ no funciona. “Siempre tendemos a olvidar las palabras y los actos del pasado, en parte para eludir la difícil obligación de serles fieles. Creo que, si no lo hiciéramos, nos descubriríamos llenos de errores y sobre todo de contradicciones” y, efectivamente, así le sucede a ella: evoca recuerdos, sus intervenciones en ellos y se ve pronunciando reglas en las que no cree, perpetuando el rol en el que la han educado. 

En la relación que mantiene con las mujeres de su entorno ⎯su hija, su madre, su amiga Clara o su nuera Marina⎯ transmite el personaje de madre y esposa como ejemplo. Sin embargo, al tiempo que lo hace, las reflexiones del cuaderno evidencian unos valores muy distintos. Oculta bajo la máscara del servilismo obligado, Valeria esconde la verdad de que aquello está mal; de que su hija no es rebelde, es apasionada; de que su madre no es perfecta, está sometida a las convenciones sociales; de que su amiga no malgasta su vida por no casarse, sino que le da sentido, y de que su nuera no es el mejor partido, es una simple marioneta. 

Asimismo, los hombres que la rodean la describen en torno a sus intereses. Para su marido y su hijo, la existencia de Valeria se reduce a cuidar de su familia. Insertos en un amor envenenado, sin salidas, la protagonista grita en silencio, pero en ese “no puedo más” se instala la culpa, mayor que cualquier deseo individual. Tal es la búsqueda inconsciente de libertad que solo encuentra alivio en el cansancio. Hasta que compra la libreta. Entonces, los ratos que dedica a la escritura se convierten en dicha , pero, cual armas de doble filo, también advierten de pensamientos prohibidos, escondidos en el silencio de lo escrito y condenados a la oscuridad. 

“Me siento como si hubiera dicho una vez una mentira, no sé cuál, y ahora estuviera condenada a serle fiel”. La hondura de su conflicto reside en que no solo siente que traiciona a los demás, sino también a sí misma. Y, a pesar de que encuentra vías de escape, como el trabajo o el vínculo que crea con su jefe, Valeria sostiene un “no puede ser” de principio a fin. No lo suelta ni cuando deja de tener justificaciones sobre las que avalarse. En una guerra entre el corazón y la razón, ¿quién gana? ¿quién es más poderoso? ¿qué nos han enseñado que no pueda desaprenderse y qué importa el personaje que se interprete si debajo existe una persona real? Valeria no es una hipócrita, Valeria es presa de su tiempo. Pero este tiempo puede cambiar, puede avanzar. Me niego a pensar que seguimos y seguiremos igual. Hace 70 años desde que se publicó este libro y, aunque evidentemente, han cambiado muchas cosas, sigo preguntándome quién ganaría ahora: ¿razón o corazón? Y, lo que es más, sigo preguntándome qué razón nos educa y qué debemos aprender a no aprender. ¿Cuántas Valerias siguen escondiendo un cuaderno prohibido?

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