Okuda, un grafitero de museo

Okuda, un grafitero de museo

El arte callejero nunca estuvo tan reconocido en España como hasta ahora gracias, en parte, a artistas como Óscar San Miguel, "Okuda", que pasó del tradicional grafiti en las vías de tren a crear composiciones geométricas llenas de color y que no desentonarían en un museo.

Color y positivismo, esas son las premisas de este artista santanderino, que empezó como cualquier joven que realiza arte urbano con grafitis, pero que evolucionó hasta conseguir un estilo reconocible que le ha permitido dejar su huella multicolor por medio mundo.

Su amor al arte le viene casi de serie, aunque su evolución como artista y su estilo se han definido a través de un proceso "muy lento y natural", cuenta Okuda.

El bote de pintura y las cintas de colores que utiliza para sus rombos, triángulos y estrellas son sólo la punta visible del iceberg de Okuda, ya que su obra actúa como medio de transporte a su "muy personal y profundo" mundo onírico.

Sin embargo, asegura que sus creaciones no tienen un sentido cerrado y que cada uno, según sus vivencias personales, puede interpretarlas de una forma u otra.

El protagonista de su obra es el color, y sus antagonistas los temas, que se sugieren pero no se evidencian en una obra en la que, por ejemplo, Okuda equipara a humanos y animales para representar el equilibrio universal.

En ese abanico de temas, el artista se inventa banderas que representan la multiculturalidad, incluye aves enjauladas como un símbolo de esclavitud o libertad, o dibuja figuras geométricas en la piel para reivindicar la igualdad racial.

El artista cántabro tiene claro que el color es sinónimo de positivismo y no se imagina una vida en blanco y negro, ni siquiera en la vestimenta, ya que una sudadera con formas coloridas, las manos recién tatuadas y unas playeras rosas le delatan.

"En lugares como India o África, donde hay muchísimo color, se respira seguridad y tranquilidad a pesar de que no tienen nada", asegura.

Sobre el nivel del arte callejero en España, Okuda considera que, para ser un país "pequeño", "hay muchísimos artistas muy buenos", como Felipe Pantone o Sixe Paredes.

"La gente está exigiendo cada vez más que los artistas 'street art' muestren su obra y tengan su espacio", opina el grafitero, convencido de que la entrada del arte callejero a los museos supone el último paso de la historia del arte.

Además de los puntos de fuga, en el arte también importan los de inflexión, que en el caso de Okuda fue la iglesia de Santa Bárbara, de Llanera (Asturias), ya que la instalación de rampas y su pintura produjeron un "skatepark" muy famoso, que sirvió para acelerar y mediatizar una carrera que, de por sí, ya estaba encarrilada.

En 2018 construirá siete esculturas para un paseo hasta el mar en Boston, un edificio de unos 30 pisos en Toronto, y cuatro exposiciones en Kuwait, Filipinas, México y San Francisco.

Además, el grafitero cántabro será el artista invitado en el Art Madrid de este año, y también tendrá una exposición en Valencia y una Falla con veinte esculturas de más de 35 metros de altura.

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