El calentamiento global no solo amenaza con elevar las temperaturas del planeta, sino que podría, paradójicamente, acabar provocando una edad de hielo. Así lo concluye un estudio realizado por investigadores de la Universidad de California en Riverside, publicado en la revista Science, que incorpora un elemento hasta ahora ausente en la comprensión del ciclo global del carbono.
Hasta ahora, la visión dominante entre los científicos era que el clima terrestre se regula mediante un proceso natural de erosión de las rocas, en el que la lluvia captura dióxido de carbono (CO₂) de la atmósfera y lo transporta al mar, donde queda retenido durante millones de años en forma de sedimentos calcáreos. Este mecanismo actúa como un termostato Planetario que, cuando sube la temperatura, incrementa la erosión y el secuestro de carbono, y enfría de nuevo el planeta.
Pero según el geólogo Andy Ridgwell, coautor del estudio, esa explicación no basta para comprender las edades de hielo extremas registradas antes de la aparición de la vida en la Tierra, cuando todo el planeta quedó cubierto por nieve y hielo. “Una regulación gradual no puede explicar esos enfriamientos tan intensos”, sostiene.
La clave estaría en el comportamiento del carbono en los océanos. A medida que el CO₂ atmosférico aumenta, también lo hacen los nutrientes que llegan al mar, como el fósforo, lo que alimenta el crecimiento del plancton. Este organismo marino absorbe CO₂ durante la fotosíntesis, y al morir, se hunde al fondo del océano, arrastrando consigo ese carbono.
El problema surge cuando, en un mundo más cálido y con más plancton, los océanos pierden oxígeno. Esto impide que el fósforo se entierre y favorece su reciclaje, creando un círculo vicioso: más nutrientes, más plancton, más descomposición, menos oxígeno, y más fósforo que vuelve a alimentar el ciclo. El resultado final es el enterramiento masivo de carbono y un enfriamiento abrupto del planeta, muy por debajo de su temperatura inicial.
Ridgwell compara este fenómeno con un termostato mal calibrado. “No está roto, pero podría estar en una habitación distinta al aire acondicionado, provocando una regulación muy torpe”, afirma. Según el modelo informático desarrollado en el estudio, ese comportamiento errático del sistema climático, especialmente en épocas con menos oxígeno atmosférico, podría haber sido responsable de antiguas glaciaciones extremas.
Aunque hoy la atmósfera contiene más oxígeno que en el pasado, lo que limita en parte esta retroalimentación descontrolada, los investigadores no descartan que el actual aumento de CO₂ pueda anticipar una nueva edad de hielo a muy largo plazo. No obstante, subrayan que ese eventual enfriamiento no llegará a tiempo para contrarrestar los efectos del calentamiento actual.
“La prioridad ahora debe ser frenar el aumento de temperaturas”, advierte Ridgwell. “Aunque el planeta se enfríe algún día, ese enfriamiento será tan lento e inestable que no servirá de ayuda en nuestras vidas. Nos enfrentamos a un sobrecalentamiento inmediato que sí tendrá consecuencias directas para nuestra generación”.