Crítica de 'The Woman'

Hace millones de años, nuestros antepasados debatían sus diferencias y posiblemente la propiedad territorial al borde de una charca. Hasta ese momento se habían dedicado a buscar refugio y alimentarse con los medios naturales, es decir, con sus propias manos y a base de mordisquear con sus dientes la dura carne.
Según el Mito de la Caverna (incluido en su libro la República por el filósofo griego Platón), un hombre encadenado sin posibilidad de moverse en el fondo de una cueva y mirando las sombras que produce una hoguera, creerá que la realidad es la producida en aquella pantalla espectral. Al girarlo, cambiaría su raciocinio al ver la nueva realidad, y así sucesivamente si sale al exterior encontrándose con la naturaleza u otros parientes. Por lo tanto, si quedasen algunos compañeros en el interior y ese hombre regresara para convencerles de la realidad externa, aquellos se reirían de él.
En el caso del filme The Woman, se produce un hecho parecido pero al contrario. La protagonista es una mujer interpretada por Pollyanna McIntosh que vive con libertad en el exterior de manera silvestre y salvaje. Para ella, la vida está fuera de los límites racionales y protegidos de la caverna o civilización. Pero no será tan sencilla la supervivencia.
El séptimo arte siempre ha sentido una atracción por la alegoría platoniana y la parte más animal del hombre (o la mujer). François Truffautt con su largometraje El Pequeño Salvaje o Werner Herzog con El Enigma de Gaspar Hauser son referentes de los cambios que se producen en un ser humano, cuando se ve desprovisto del contacto real con la civilización y sus semejantes racionales. Sin embargo, no hace falta volver a la Prehistoria o a las cavernas, para contemplar esta regresión animalesca de las facultades humanas. Ya que lo podemos observar cualquier día, en los diarios de noticias (véase el caso de Tenerife).
En un ensayo sobre la ceguera como cuestionaba José Saramago, se comprueba que los sentidos pueden engañarnos, creyendo que lo salvaje se sitúa fuera de nuestro universo conocido. Cuando es más que posible que la contaminación salvaje esté dentro de nuestras propias cuatro paredes. El hombre es depredador, sin garras o grandes colmillos. Hasta ahora.
El director californiano Edward Lucky McKee (conocido sobre todo por su film May) ha dado en The Woman una vuelta de tuerca. La caverna más o menos salvaje, se convierte en bestial y sangrienta. Su misión es aterrorizar al plácido y "civilizado" espectador en la piel de una fémina superviviente y de gustos culinarios antropófagos.
Pero, no se queda ahí. También intentará golpear las conciencias con uno de los males de nuestra era: un lobo con piel de cordero. El hombre con su idea de propiedad.
Las intenciones de salvar a la joven salvaje cambian, cuando la mujer demuestra que no es tan manejable como se pensaba, y saca a relucir su indómita naturaleza y sus dientes vengadores.
Toda esta carnalidad (en el más amplio sentido de la palabra) funciona como eje vertebrador de la corrupción del alma y el maltrato de puertas para adentro, más concretamente en el interior de la familia. El cabeza de familia sangra a sus componentes con los métodos educativos cavernarios, intentando manipular sus conciencias.
El escritor Jack Ketchum como propietario de la novela, se une a McKee para escribir el guión en una metáfora de canibalismo y enfermedad de supremacía machista. El holocausto en The Woman sobreviene contra la posesión sexual y la supuesta debilidad de género.
En este festival de depredación, se unen los actores Sean Bridgers en el papel de lobo. Angela Bettis con un protagonismo muy diferente al prestado en May y su peculiar maltratada familia con los nombres de Lauren Ashley Carter, Zach Rand y la pequeña aprendiz Shyla Molhusen. Como es habitual en este tipo de banquetes siempre hay un "Ratón" invitado, en este caso en la carne y hermosa piel de la actriz Carlee Baker habituada al terror.
Sea una cabaña texana o una cueva de alguna bucólica población en el campo, si deseas mostrar la decadencia y el terror, lo mejor es un espeso barniz de suciedad y podredumbre. Un aspecto semejante a antiguas matanzas, maquillaje de la realidad de aquellas familias taradas.
Sólo hay que abrir los ojos y mirar a nuestro alrededor. Ovejas disfrazadas y mujeres encadenadas por el miedo. El plato para gourmets del género está servido. Siéntense en esta mesa dónde nada es lo que parece, aunque cuidado con los valores culturales y cívicos, pueden esconder al verdadero depredador de nuestros días. Hombres... compórtense de cara a los demás comensales con modales exquisitos.
Y por supuesto, no coman con los dedos... No sería bien visto, por la habitante de esta cueva.
* Notable *