“Vania x Vania”, dos propuestas teatrales del clásico chejoviano

El “Vania x Vania” (Ed. La uÑa RoTa, 2024) de Pablo Remón (Madrid, 1977) abre en canal el “Tío Vania” original de Chéjov, en el mejor de los sentidos. Esta obra teatral se divide en dos versiones, dos miradas de un mismo dramaturgo al clásico ruso. Remón extrae los rasgos esenciales de la obra chejoviana –el aburrimiento, la complejidad psicológica envuelta en lo insignificante y el rumor constante de una muerte cercana– y juega con ellos, como si de piezas de Lego se tratara. El resultado son dos visiones opuestas que, aun tratándose de adaptaciones, rezuman originalidad.
Pablo Remón Magaña comenzó sus andadas en el teatro solo después de haber tenido éxito como guionista de largometrajes cinematográficos como “Casual Day” o “Cinco Metros Cuadrados”. En 2013 fundó la compañía teatral La_Abducción, bajo la que desarrollaría su carrera como dramaturgo y director teatral con obras como “La abducción de Luis Guzmán”, “40 años de paz” y “Los mariachis”. En 2021, obtuvo el Premio Nacional de Literatura Dramática por su “Doña Rosita, anotada”, una adaptación de la obra de Lorca con sabor contemporáneo.
Después de ese éxito, Remón tenía claro su interés por transitar a Chéjov: “Quería escribirlo una vez y otra, tratando de descifrar su misterio, que era en parte el mío”. Su adaptación doble “Vania x Vania” se estrenó el 29 de febrero del año pasado en el Teatro Español y la editorial La uÑa RoTa publicó en octubre la obra editada. El libro incluye las dos versiones de la obra, un prólogo del autor y algunas notas finales sobre sus fuentes.
Reducir a Chéjov a sus partes
El “Tío Vania” (1899) de Antón Chéjov es un clásico porque revolucionó el teatro tal y como se entendía a principios del siglo XX. En la obra, la paz de la Hacienda rusa gestionada por Sonia e Iván Petrovich –el tío Vania– se ve turbada por la llegada de Alexander Serebriakov, su cuñado enfermo de gota, y su nueva esposa, Elena. Como la Helena de Troya, la belleza de la dama provoca una guerra por su amor que termina en tragedia.
El “Vania x Vania” de Remón profesa un enorme respeto al dramaturgo ruso. Ante todo, entiende lo original en la obra de Chejov: unos personajes rebosantes de subtexto, de contradicciones y miedo al porvenir. Su primera adaptación del Vania parece un estudio metódico de los elementos del texto original, como si intentase llegar a su esencia desde el minimalismo. Para ello, Remón aplica en ocasiones el distanciamiento del teatro épico de Brecht: no hay cambios de vestuario, ni escenografía, ni juegos con la iluminación. El espectador queda solo frente a las palabras de los personajes, que están siempre en escena.
Aun así, esta primera versión no esconde la voz del dramaturgo español. Los diálogos y personajes a veces se alejan del original para reflejar sensibilidades modernas; Sonia dista mucho del retrato de la niña inocente, mientras que Alexander se presenta como un autor absorbido por su tarea de escribir. El primer Vania resultaría por sí mismo un espectáculo completo, pero Remón se impuso el desafío de mostrar una visión artística más.
Dos miradas de un autor al clásico
La segunda versión del Vania es puro caos. La voz de Remón se separa del texto de Chéjov y parte en dos el escenario; en una mitad, nos encontramos con la Rusia del siglo XIX tal y como la planteaba el autor ruso; en la otra, nuestro Toledo del XXI. El Vania español es el tío Iván, que sueña con MasterChef Junior y viste una gorra de Caja Rural, mientras Astrov y Marina disfrutan de una buena verbena.
Estas dos realidades, la de Chéjov y la de Remón, se oponen en una propuesta humorística cercana al teatro del absurdo. En el proceso de este experimento teatral, el lector descubre la universalidad de la obra original; cómo un clásico puede seguir hablando de problemas actuales 125 años después, ya sea del cambio climático o del miedo a la muerte.
Lo más fácil, cuando se adapta un clásico, es reducirlo a una comedia referencial. ¿Cómo podría alguien superar las palabras de un maestro de la literatura? Desde luego, es menos desafiante la burla mediante la distanciación. Remón no se esconde en la sombra de Chéjov, sino que propone dos perspectivas originales de su obra. Los clásicos tienen esa capacidad para ser leídos e interpretados de muchas maneras, y es precisamente lo que “Vania x Vania” demuestra con su espectáculo doble. El resultado es una obra que parece una conversación entre un dramaturgo y el misterio que el otro, Chéjov, suscita.