El Tejar, la estación fantasma de Las Rozas convertida en botellonódromo
La estación de El Tejar, en Las Rozas, abrió en el año 1989 y estaba destinada exclusivamente a los viajeros que tenían que hacer transbordo entre las líneas C-7 y C-8 de Cercanías Madrid.
Los trenes de una y otra línea se coordinaban con el fin de que los pasajeros no tuvieran que esperar más de 5 minutos para hacer el transbordo entre las dos líneas.
En aquel entonces, y ahora, no existía nada alrededor de la estación, no tenía accesos para llegar por otros medios. Sólo había campo, y a día de hoy siguen siendo igual, con la diferencia que ahora los trenes no paran y la estación está dejada en el olvido desde que dejó de prestar servicio el 1 de agosto de 2010.
Este enclave se encuentra a unos 20 minutos andando desde el roceño barrio de La Marazuela. No hay muchos otros modos de llegar a ella. Desde el supermercado Cotsco, y por un camino de tierra, acceden los jóvenes en coche, en bici o andando, especialmente los fines de semana, camino de sus botellones y fiestas rave. Sobre todo los fines de semana, van cargados de bolsas de supermercado con el material para realizar sus fiestas. Algunos incluso hacen botellón ya detrás de ese centro comercial para no tener que andar hasta la estación fantasma.
Aunque el sitio es un viejo lugar conocido por los jóvenes, cobró especial relevancia a partir de marzo, en pleno confinamiento por la Covid-19. Suponía un lugar seguro, alejado de policía, vecinos y padres, en el que poder relacionarse con los amigos -por supuesto, sin mascarillas ni otras medidas de seguridad- en torno a botellas de bebidas alcohólicas.
Los chicos y chicas que allí se reúnen son de todas las edades, muchos menores. Por supuesto, la estación y alrededores es un gran vertedero. No recogen ningún desperdicio -algunos no están en condiciones ni de recogerse a sí mismos cuando termina la fiesta- lo que convierte la zona en un estercolero.
Los jóvenes pululan relacionándose en el interior de la estación y en sus alrededores. Con el atractivo que tiene para ellos el sitio abandonado, hay bancos en los que poder sentarse. Los trenes circulan a toda velocidad por las dos vías a un lado y otro de la estación, de noche en bastantes ocasiones, pitando para alertar a posibles temerarios cercanos a la vía. No es la primera vez que hay que lamentar accidentes con el fatal resultado de muerte. A ello podemos sumarle unos cuantos grados de alcohol para obtener un resultado perfecto y tener que lamentar, más pronto que tarde, serias desgracias personales.
A la policía -municipal, nacional o Guardia Civil- nunca se le ha visto por allí, a pesar de que puede acceder en coche por un tortuoso camino.
Nadie hace nada para evitar lo que, más pronto que tarde, puede convertirse en una desgracia, fruto del cóctel de alcohol, noche, juventud, desamparo y coronavirus.
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