La Barbie recupera la tradición de los trajes de chulapa

Las fiestas de San Isidro son una de las pocas ocasiones del año que los madrileños y madrileñas más castizos aprovechan para lucir sus trajes de chulapos, una tradición que ha renacido en parte gracias al impulso dado en los colegios y que recientemente ha conquistado a la mismísima muñeca Barbie.
La habíamos visto vestida de flamenca y de torera, pero no ha sido hasta hace unos meses cuando la Barbie ha incorporado a su armario otro traje típico del folclore español y más concretamente madrileño: el de chulapa.
"Hay que tener un tipo como la Barbie para poder ponérselo", bromea la modista madrileña Sonsoles Santander, artífice de esta tendencia.
Aunque lleva años diseñando trajes de chulapa para sus propias hijas y para otras muñecas famosas como la Nancy y la Mariquita Pérez, no se había lanzado a probar con la Barbie hasta que a principios de 2014 se lo pidieron expresamente unos amigos coleccionistas.
"Es muy complicado de hacer, todo es diminuto", cuenta sobre el proceso de elaboración del vestido de chulapa, que siempre acompaña de un pañuelo, una flor y un mantón, los complementos clásicos.
En este tiempo ya ha vendido a través de su página de Internet doce 'Barbies chulapas', cuyo precio ronda los 30 euros, aunque el grueso de su actividad siguen siendo los trajes de boda y de comunión para muñecas, muchos de ellos a imitación de los de sus dueñas.
De momento, Sonsoles no se ha planteado hacer una versión castiza de Ken, el novio de la Barbie, aunque no lo descarta.
"También tiene derecho, aunque lo difícil es hacer la gorrita", dice entre risas.
En general, los hombres no tienen reparos en lucir trajes de chulapo pero parecen menos proclives a comprarlos o encargarlos.
"A ellos les dura para siempre y las mujeres cada año quieren sacar un traje nuevo", comenta la modista Lourdes Boan, que con motivo de las Fiestas de San Isidro ha diseñado en torno a dos trajes de chulapo y diez de chulapa, la mayoría para señoras y con precios que parten de los 180 euros.
La festividad del patrón de Madrid es uno de los momentos del año en que hay más demanda de este tipo de trajes, junto con las fiestas de la Virgen de la Paloma, el 15 de agosto, y la Almudena, el 9 de noviembre, aunque Lourdes también ha vestido de chulapos a parejas de novios.
"Llevamos unos cuatro o cinco años en las que parece que hay más afición", señala, aunque puntualiza que a día de hoy la mayoría de los encargos que recibe siguen siendo vestidos de flamenca, una especialidad en la que la tradición está "más arraigada" y donde es más frecuente crear nuevas tendencias.
El traje típico de chulapa, de una o dos piezas, tiene escote en forma de corazón, volantes grandes a ras del suelo y manga de jamón, más grande en la parte de arriba y ajustada a la altura del puño.
Con todo, Lourdes procura innovar dentro de unos límites y varía la forma de los volante y de los remates o el largo de la manga para hacerla más corta, aunque lo que más juego le da son los colores y los motivos, que van de los lunares a los cuadraditos 'vichy', pasando por la pata de gallo e incluso los estampados de flores.
La modista madrileña Esperanza Molinero, que lleva más de 20 años especializada en trajes regionales, ha recibido cerca de una decena de encargos de trajes de chulapa para San Isidro, la mayoría en los días previos a la fiesta.
"El traje de chulapa por desgracia no tiene tanta demanda como el traje rociero y flamenca", lamenta, al tiempo que achaca este menor interés a la progresiva pérdida de las costumbres propias del folclore madrileño.
Una opinión que comparte Matilde Sanz de Urrutia, dueña de la célebre tienda Maty, especializada en disfraces y trajes de danza y regionales, que estos días no da abasto con la demanda de vestidos de chulapa y flamenca, al haber coincidido San Isidro con la Feria de Abril de Sevilla.
En este caso, la mayoría de los trajes de chulapa que venden son para niñas, ya sea porque en sus casas desean mantener la costumbre o porque se lo han pedido sus profesores en el colegio, un caso en el que se suele notar la falta de conocimiento por parte de los padres.
"No saben ni cómo se pone el pañuelo, quieren lo primero que hay, que les cueste muy poco dinero... no lo valoran", dice con resignación, aunque confía en que en Madrid cada vez haya más familias que se esfuercen por conservar una tradición que en los últimos años parece haber ganado más adeptos.