¿A dónde ir estas vacaciones?

Para los más afortunados, las Islas Griegas, a ser posible en velero, ya que permite visitar todo el archipiélago del Dodecaneso y disfrutar del mar y las playas de manera exclusiva. Su nombre procede de la palabra griega 'dodeca' -doce- con la que se denominaba a las 12 islas mayores de las 163 que salpican la costa de Anatolia. Entre ellas, no puede faltar la visita a Castelloritzo, Rodas, Syme, Tilos o Cárpatos. Castelloritzo no es una isla de playas, pero sus aguas son las más cristalinas de todo el Egeo, algo que saben bien las focas monje que suelen acercarse hasta casi entrar en el puerto de esta isla. Uno de los platos fuertes del archipiélago es sin duda Rodas, cuyo puerto principal, Madraki, posee a su entrada dos columnas coronadas por ciervos donde al parecer se alzaba el famoso Coloso de Rodas. Sin embargo, según una de las teorías más aceptadas, en el siglo III a. C. un terremoto hundió la obra en el mar. Esta es tan sólo una de las interminables curiosidades y atractivos que posee la mítica isla y todo el archipiélago y que los veraneantes podrán apreciar si deciden acercarse hasta el archipiélago griego.
Para los que prefieran la montaña, los Picos de Europa son siempre un buen destino. El valle de Liébana, dentro de esta comarca, constituye un paraje inigualable, formado por cuatro valles-Cillorigo, Valdebaró, Cereceda y Valdepando-, rodeados de peñas de más de 2.500 metros de altitud y atravesados por pequeños riachuelos cuyo sonido tranquilizador encaja a la perfección con el entorno y con los múltiples iglesias y templos solitarios que salpican el lugar. El templo por excelencia es el monasterio de Santo Toribio, de un color dorado debido a la piedra de su fachada, que resalta sobre el verde brillante del entorno. Este templo contiene los restos del Santo y el Lignum Crucis, un fragmento de la cruz de Jesucristo que Santo Toribio trajo de Jerusalén.
Para aquellos que sólo tienen una semana de vacaciones y se pasan el resto del verano deseando encontrar cualquier lugar para escaparse, qué mejor que una espadita rápida a alguno de los pueblos escondidos y llenos de encanto que hay dentro de España. Monells, un pueblo de Gerona situado a escasos 20 kilómetros de la Costa Brava, tiene todas las características para convertirse en uno de ellos: una aldea rural, de aires medievales, rodeada de cultivos de cereales y atravesada por el afluente Dará. La Sierra de Leyre, en Navarra, también se merece una visita, pues aunque no tiene picos especialmente altos, cuenta con unos cañones y unas laderas llenas de color. Así que, que nadie se desanime, un pequeño viaje siempre es posible, todo es cuestión de buscar un poco y de tener ganas de huir de la rutina.