¿Qué parte de la palabra 'paz' no entienden nuestros políticos?

 ¿Qué parte de la palabra 'paz' no entienden nuestros políticos?

Quiero creer que están sonando remotos tambores de paz en distintos confines, desde Ucrania -veremos cómo sale la reunión Putin-Zelenski-hasta quizá, más difícil todavía, Gaza, pasando por India y Pakistán.

La mera llegada de alguien como Prevost, Leon XIV, al Vaticano ha hecho que la palabra 'guerra', y más aquellas apelaciones a una posible guerra mundial, empiecen a quedar como algo anticuado, carente de sentido. Todos quieren abrir conversaciones, y hasta el inquilino de la Casa Blanca parece retroceder en sus afanes arancelarios incluso con China: el lenguaje empieza a ser otro, menos soez, casi, si posible fuese en el personaje, hasta algo más educado. Paz, paz, es, al menos esta semana de encuentros, la palabra de moda. Pero, una vez más, las instancias políticas españolas lo desconocen. Por ejemplo...

Pues, por ejemplo, resulta que en la sesión parlamentaria de control al Gobierno de este miércoles ninguna de las preguntas o interpelaciones dirigidas al Ejecutivo habla para nada de esto que comento, que me parece que es la clave que en estos momentos mueve al mundo. No. La pregunta prevista de Núñez Feijoo -cuánta falta le hace al PP ese congreso casi, interpreto, 'de refundación' que el propio Feijoo ha anunciado para julio- al Presidente del Gobierno es: "¿Cree que un Gobierno colapsado sirve a los españoles?". Ilustre desgana interrogativa -total, Sánchez nunca responde a las preguntas concretas-, y en parecidos términos genéricos y perezosos se expresan otras preguntas de la oposición al Gobierno. La situación internacional no sirve sino para que el líder de VOX, Abascal, inquiera sobre las compras de petróleo a Rusia. De lo demás, nada. Otra sesión estéril, es de prever.

Creo que el Parlamento está también para tomar la temperatura política no solo nacional, con el pegajoso Abalos y demás 'affaires' que colean y cuya peste llega a Moncloa, sino también, quizá sobre todo ahora, para situarse en el plano internacional. Y las Cortes, que son el arquitrabe de la política y la democracia españolas, no pueden estar ajenas a los movimientos del presidente norteamericano, ni a los del ruso, ni a los del chino, ni a los viajes internacionales que Pedro Sánchez, en su afán volador, emprende este fin de semana a Albania e Irak , dos visitas cuyo alcance el presidente tendría que explicar en el contexto de su actividad diplomática, vamos a llamarlo así.

Lo que quiero decir es que la tónica política de constante enfrentamiento entre los partidos nacionales no es precisamente el talante que empieza a imperar en el mundo, un mundo en el que en la UE funciona casi una gran coalición y en el que el Rey de España acude a un homenaje en Mauthausen rodeado de banderas republicanas y no pasa nada. Incluso Salvador Illa dice ahora que quiere ir a visitar a Puigdemont, aunque esto último no sé si debe inscribirse en la columna de la paz o de la rendición. No sé, en cualquier caso, qué parte de la palabra 'paz' no entienden nuestros políticos, pero los aires más sosegados que advertimos en el exterior deberían entrar en las fosas nasales de aquí, nuestros dirigentes patrios, situados, tan rancios, en la eterna bronca.

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