Mensajes para no dormir

No podía ser más expresiva la reacción de Ábalos a la piñata de mensajes que cruzó en su día con el Presidente del Gobierno.
Entiende que la violación de su intimidad no es menos denunciable que la del presidente del Gobierno. Así responde al anuncio del Ministro Bolaños de que el Gobierno irá a los tribunales si jueces o fiscales no actúan de oficio contra la atropellada privacidad de Sánchez.
Chocante rasgado de vestiduras de los habitantes de La Moncloa, que jamás dejaron de traficar políticamente con la privacidad de sus adversarios políticos (la casuística es inagotable). Peor todavía es el resultado de conjugar esa reacción con el recuerdo de que su jefe llegó a chantajear al pueblo soberano, y a sus propios aliados, en un privadísimo asunto de almohada compartida.
Recordemos: si los jueces seguían molestando a su esposa, rompería la baraja.
Y ya se ve que la intimidad atropellada de Sánchez es un delito de lesa humanidad si lo comparamos con su forma de menospreciar la privacidad ajena. Por ejemplo, la de los barones socialistas o a sus propios compañeros de Gobierno.
Algunos pensamos que en el caso de los mensajes para no dormir, volcados en las páginas de un diario de tirada nacional, lo grave no es que Sánchez se retrate como el hombre que desangró al PSOE para colmar su sed de poder. Eso ya lo sabíamos antes de hacerse públicas las deposiciones telefónicas del personaje. Al fin y al cabo son problemas de familia política mal avenida que entretienen a los tertulianos y se agotan en sí mismos.
A la espera de saber si hubo tráfico de influencias, comisionismo, prevaricación, cohecho, o cualquier otra figura delictiva en el caso del rescate del Estado a la compañía Air Europa, uno no ve la relevancia judicial de estas filtraciones. Y si se me apura, ni siquiera política. Al menos, la de corto alcance.
Pero, a lo que iba. Lo grave no es confirmar el estilo de un dirigente político muy pagado de sí mismo que funciona sin límites morales o ideológicos. Eso ya lo sabíamos. Lo grave es amenazar a jueces y periodistas, pasarse por el ARCO del triunfo los mandatos constitucionales, gobernar el Estado con los enemigos del Estado, ignorar al Parlamento o convertir las instituciones, incluido un partido histórico como el PSOE, en herramientas de su desregulada ambición de poder.
Vivimos en una anomalía permanente desde el punto de vista democrático, pero Sánchez sigue, sigue y sigue ¿Y ahora nos vamos a rasgar las vestiduras porque, puertas adentro, ordena a su fiel perro de presa (Ábalos, el corazón del sanchismo) que ahogue las voces discrepantes y se deshaga de los insumisos?