Rescatan las “Cartas de un cristiano impaciente”, el Jiménez Lozano más desconocido

Rescatan las “Cartas de un cristiano impaciente”, el Jiménez Lozano más desconocido

Cuando Francisco Umbral perdió a su hijo pequeño, a causa de una enfermedad, hizo el propósito de dedicar todo su talento a las páginas de los periódicos en lugar de hacerlo a las novelas. Era su manera de expresar el desconsuelo. La explicación era muy sencilla: los libros se escribían con voluntad de permanencia, pero las columnas al día siguiente de aparecer solo servían “para envolver pescado”.

La literatura que se publica en la prensa, en efecto, acaba frecuentemente sepultada en el olvido. Esa es la razón por la que Preslava Boneva y José Bernardo San Juan, colaboradores de Madrid Actual, decidieron rescatar algunas de las mejores columnas que el escritor y Premio Cervantes José Jiménez Lozano (Langa, 1930 - Alcazarén, 2020) publicaba, allá por los años 60, en el semanario “Destino”. 

El resultado es el volumen “Cartas de un cristiano impaciente. Antología (1965-1968)” (Verbum, 2023) en donde se recogen más de 40 columnas del escritor abulense, perfectamente anotadas, con un estudio introductorio y un interesante prólogo de Daniel Capó (disponible aquí). El título del volumen se corresponde con el de la columna, una sección muy seguida en la España del franquismo tardío. Jiménez Lozano había viajado a Roma, enviado por Miguel Delibes, como corresponsal de “El Norte de Castilla” en el Concilio Vaticano II. Allí se enamoró de la figura de Juan XXIII y siguió con pasión el diálogo de fondo que se dio entre la Iglesia y el mundo moderno. Como cristiano radical encontraba severas deficiencias en el catolicismo hispánico y ya adivinaba la crisis de la cultura occidental que iba a desencadenarse en Mayo del 68. 

Las “Cartas” constituyen un llamamiento urgente por la reforma del catolicismo en dirección de la autenticidad, de la asunción de la libertad como un presupuesto humano y, por tanto, cristiano. El volumen aborda cuestiones de muy diversa índole, desde el ateísmo y el agnosticismo o la necesidad de reconciliarse con el judaísmo y las demás religiones, hasta el valor incuestionable de la ciencia moderna. Son textos que se escribían al filo de la censura y que removieron muchas conciencias de aquella España previa a la Transición. Son columnas extensas –muy distintas a las del periodismo contemporáneo– escritas con voluntad de formar un pensamiento de fondo, de elaborar una obra ensayística significativa. Por esa razón el volumen aparece con la unidad de una obra escrita de una sentada.

A la vez, se trata de textos de elevada erudición que logran el propósito de sugerir al lector, de evocar reflexiones y, a la vez, de comprender un mundo que, en pocos años, había de disolverse. Las “Cartas” ofrecen una lectura muy personal de la historia de España y de algunos de sus intelectuales. Son especialmente memorables las que dedica a Miguel de Unamuno, Benito Pérez Galdós y a Antonio Machado; y merecen una lectura tranquila las que desmenuzan la historia intelectual del siglo XIX

Por otro lado, la prosa de Jiménez Lozano presenta la frescura virgen de los escritores del Siglo de Oro. Sus textos beben más de Santa Teresa, fray Luis o Cervantes que de sus contemporáneos. El lector de hoy encuentra en tantas expresiones tradicionales, el sabor de una España rural e ilustrada, ajena a las simplificaciones de un lenguaje global y normalizado. Y, sin embargo, se encuentra con un autor que también es absolutamente contemporáneo a su tiempo, lleno de referencias y lecturas tan actuales que, algunas de ellas, ni siquiera habían sido traducidas aún al español. Ofrecen el raro contraste de una persona enraizada en la tradición, pero ansiosa –impaciente– por alcanzar una cierta modernidad. 

La evolución histórica posterior nos permite hacer una nueva lectura de las “Cartas”. Calibrar, a partir de ellas, la transformación operada en las sociedades occidentales. Es inevitable leer estos textos y sumirse en una honda meditación sobre el mundo de hoy. Lo expresó famosamente el poeta italiano Giacomo Leopardi, “naufragar en ese mar, me es dulce”.

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