“Los muros invisibles”: la tragedia desgarradora a golpe de rebeldía y amistad

Hay momentos en que necesitamos reconstruir unos hechos con franqueza para sentirnos al fin en paz. En esto reside el interés de “Los muros invisibles” (Temas de hoy, 2024). En esta novela Ramon Mas (Sant Julià de Vilatorta, Barcelona, 1982) se abre para reconstruir unos hechos que marcarían su vida para siempre.
En una noche de marzo de 2004 Ramon recibe una llamada mientras está con sus compañeros de la Facultad de Filosofía en Barcelona. Su amigo Raül le ha dejado un mensaje de despedida y nadie sabe dónde está. La noticia supone el inicio de una carrera por salvarle por todos los medios, a pesar de que los demonios de Raül siempre corren más rápido.
A lo largo de las páginas, Ramon intercala distintos momentos de su historia y la de su grupo de amigos. Sin un orden fijo, de pasado a presente y viceversa, construirá un puzle en el que cada pieza irá encajando poco a poco para mostrar todo lo vivido hasta el momento más trágico y cruel, el primer gran golpe que la vida le da. En esta especie de “crónica de una muerte anunciada”, el narrador será franco por primera vez y recordará sin reparo las conversaciones que mantuvo con Raül, todos los momentos que pasó a su lado. Esta es la manera que encuentra de poner nombre a toda la culpabilidad y de ver con perspectiva su propia historia sin adornos, tal cual la vivió.
Se podría decir que el tema principal de la novela es el suicidio. Sobre ese tabú gira toda la historia, pero es tratado esta vez desde la absoluta transparencia, sin tapujos. Sin embargo, este libro también es un homenaje a la amistad incondicional de la adolescencia, a la música, a los hobbies compartidos, a la creatividad rebelde, al complicado paso a la vida adulta y a todos esos jóvenes que pasan las horas en la calle sintiéndose a contracorriente de la sociedad. Entre trucos de skate, acordes de guitarra eléctrica y la mirada juzgadora de los ciudadanos de Vic ―el municipio catalán donde se criaron―, Ramon Mas consigue poner en valor todas esas pequeñas cosas que para estos jóvenes son su mundo y su vía de escape.
La estructura se cimienta en saltos temporales. Además, el libro no tiene capítulos, sino que distribuye sucesivamente los episodios, casi como un diario. Como quien intenta ordenar su vida en una libreta, Ramon se esfuerza en plasmar su historia con Raül sin infravalorar ningún momento, lo que le lleva a saltar los años sin reparo. No obstante, esta estructura no se hace enrevesada, ya que el estilo del autor es sencillo y la novela es corta, por lo que se devora en muy poco tiempo. Es una historia que se lee rápido y que despierta el interés por lo más cotidiano y a priori superfluo.
Hay que ser muy valiente para escribir una novela autobiográfica, pero mucho más para tomar como eje principal un episodio tan desgarrador. Ese tinte romántico que le ponen estos jóvenes a todo lo que hacen da mucho sentido al libro. Raül necesita expresarse constantemente y elige cientos de vías para ello. Quizás por eso el mejor homenaje para un personaje así sea que un amigo sienta la necesidad desesperada por contar su historia desde el cariño y el amor que se tiene a las personas más importantes, aunque ellas no terminen de sentirse así.