Hay trenes que no pasan dos veces

El pasado viernes saltaba la bomba económica. Caixabank y Bankia se dirigen a la CNMV para informar de que están en conversaciones para una posible fusión. El sector bancario está realmente atravesando duros momentos.
Los problemas no han surgido ahora con la Covid, aunque se han agravado. El negocio básico de prestar dinero y cobrar por ello está muerto con los tipos negativos. Además, los beneficios ya habían iniciado hace tiempo un camino descendente, que ahora se verá agravado por el aumento en la concesión de préstamos que, en su mayoría, hay que provisionar por posible impago y la consiguiente caída de los ratios de solvencia. Ya hace tiempo que el BCE viene instando a los bancos a que se fusionen, a que se formen grupos más grandes para mantener el tipo. Y más ahora, cuando las expectativas son de una actividad económica baja o muy baja.
Como en todas las fusiones de grandes grupos, más si son bancos y uno de los actores es el Estado, el Gobierno está en la pomada. Y, por tanto, se mezclan los análisis netamente económicos con los políticos. En este caso, el ambiente se enrarece aún más, ya que Bankia fue salvada con dinero público y aún está pendiente la sentencia del juicio que se celebró por su salida a bolsa. Básicamente, la bronca se centra en que la vicepresidenta Calviño no informó al vicepresidente Iglesias, como contaba ayer Carlos Segovia en El Mundo. Pero, también en el número de empleados y oficinas que obviamente se perderán, si la operación culmina con éxito. Y estamos hablando de más de 1.400 oficinas y 12.000 trabajadores.