Con Madness sale el sol en las Noches del Botánico

Tal y como Madness hizo entre los años 70 y 80 al ponerle sol al lluvioso Reino Unido con su revitalización del sonido "ska", miles de nostálgicos madrileños han reactivado este jueves su fervor por esa pequeña gran banda sin apenas números 1, pero que "estuvo más semanas en las listas inglesas que ningún otro".
Cuatro décadas de vigencia han celebrado este jueves dentro del ciclo Noches del Botánico, en el seno de la Universidad Complutense y ante 3.500 personas, el aforo completo, como parte de un programa en el que ya se anticipaban como grandes estrellas, en parte por lo raro de sus visitas (10 años de la última).
Como entonces, el repertorio se ha cebado sobre todo con material de sus discos más emblemáticos, especialmente el seminal "One Step Beyond..." (1979) y "Keep Moving" (1984) y, quizás por remarcar esa noción de contemporaneidad y vigencia, esta vez no han olvidado piezas recientes como "Mr. Apples", lanzado hace solo tres años.
Responsables del resurgimiento del sonido jamaicano, más rápido y más crudo, con altas dosis de guasa en sus presentaciones en vivo, encarnada especialmente en el veterano Lee Thompson y su saxofón, sus miembros mantienen el pulso pese al avance del tiempo y constituyen un espectáculo de naturaleza casi coreográfica que podría funcionar con sus diez músicos incluso sin volumen.
Al grito de "¡Un paso adelante!" y el soplido vacilón precisamente del saxo ha irrumpido la conocida melodía del mismo nombre, versión del clásico del pionero de la música "ska" Prince Buster que ejerció de muso de los británicos y al que brindaron el primer sencillo de su carrera, "The Prince", que ha sonado muy poco después.
"Cuarenta años: es un milagro que sigamos vivos", ha bromeado el vocalista Graham "Suggs" McPherson, antes de celebrar la cantidad de público congregado. "Habrán anunciado que esto era un concierto de reunión de las Spice Girls", ha seguido en tono jocoso frente a una multitud de inconfundibles acólitos, cincuentañeros ataviados con sus sombreros fez o sus fedoras.
Pronto ha quedado en evidencia que esta iba a ser una noche de las buenas, de las divertidas, de las de palmas al aire y posar lo justo los pies en el suelo, aunque haya habido temas animadamente más reposados como la relativamente reciente "NW5", el clásico "My girl" o "One better day".
Alternados con estos, los imprescindibles "hits" de exaltación festiva, con títulos tan reveladores como "Wings of a dove (a celebratory song) o "Embarrassment", y los instrumentos de viento metal empujando la latitud a una posición geográfica caribeña en piezas al mismo tiempo tan británicas como "In my street".
En un abrir y cerrar de ojos, apenas 40 minutos, el público se había bebido ya la mitad de las dos decenas de canciones del concierto y lo mejor estaba por llegar, con "House of fun", "Baggy trousers" y el clímax de "Our house" e "It must be love".
Si el concierto empezaba con una versión de Prince Buster, con otra casi ha concluido, en una narración histórica circular hasta "Madness", canción de la que tomaron su nombre, tras la que han fletado un "Night boat to Cairo", para seguir prendiendo de luz y música quién sabe si otros diez años con sus noches.