Los 'ilustres corruptos' presos en las cárceles de Madrid
La última gran operación contra la corrupción, la de la trama Púnica, ha enviado al expolítico popular Francisco Granados y a otros imputados a la cárcel, cuyas celdas ya habitan otros muchos acusados: Bárcenas, Díaz Ferrán, Julián Muñoz, José María del Nido... y muchos más.
La cárcel de Soto del Real, en la sierra madrileña, se ha convertido en la estación de llegada de los principales implicados en las causas de corrupción que instruye la Audiencia Nacional, aunque en algunos casos es solo la primera parada.
Éste ha sido el caso de Granados, que aunque inicialmente recaló en esta prisión, luego fue trasladado a la de Estremera, un centro que inauguró en 2008 el ahora imputado cuando era consejero de la Comunidad de Madrid.
También los del presidente de la Diputación de León, Marcos Martínez, y del supuesto cabecilla de la trama destapada, David Marjaliza, a quienes el furgón les volvió a recoger en Soto para llevarles a las cárceles de Navalcarnero y Aranjuez.
Por este motivo, ninguno de los principales acusados de la Operación Púnica coincidirá en lo sucesivo con los veteranos ilustres de Soto, el mayor centro penitenciario de la Comunidad de Madrid.
En ese grupo figura el extesorero del PP Luis Bárcenas, privado de libertad desde el 27 de junio de 2013 por su supuesta implicación en el caso Bárcenas sobre la presunta financiación irregular del PP y al apreciar el juez Pablo Ruz la existencia de riesgo de fuga.
Con Bárcenas comparte patio el expresidente de la CEOE Gerardo Díaz Ferrán, en prisión preventiva desde el 5 de diciembre de 2012 por la operación Crucero, en la que se investiga el vaciamiento patrimonial del Grupo Marsans, del que fue propietario.
Entre los veteranos de Soto del Real -ingresó el 3 de agosto de 2012- está también José María Bravo, el exdirector de la Hacienda de Irún (Guipúzcoa), condenado a 10 años de prisión por delitos de malversación, prevaricación y blanqueo.
Estos presos no gozan de privilegio alguno en su reclusión, según fuentes penitenciarias, que recuerdan que algunos de ellos son internos preventivos -hasta cuatro años pueden permanecer en esta situación-, no reincidentes y, en principio, nada conflictivos.
Todos los reclusos disponen de una cuenta de peculio similar a una tarjeta de crédito (el manejo de dinero en efectivo está prohibido) con la que pueden efectuar compras con un límite semanal de 80 euros en el economato de la prisión, donde hay desde refrescos (aunque no alcohol) hasta latas de conservas o productos de aseo.
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