Carroña en la política

Carroña en la política

En vísperas de unas elecciones proliferan las frases hechas de consumo rápido para acortar las vías de acercamiento al votante. Solo nos faltaba en estos momentos la que acaba de fletar el presidente de Cantabria, Miguel Angel Revilla, un minuto después de conocer el sumario judicial sobre las presuntas irregularidades cometidas por su propia Consejería de obras Públicas en materia de contrataciones.

"Hay carroña en la política", ha dicho el televisivo Revilla. Añade que la vida pública ha adquirido un rumbo que no conocía. Se hace de nuevas, pero no creo que haya sido completamente sincero al hacer estas declaraciones, porque le sobra kilometraje como testigo de los numerosos escándalos de corrupción que en España han sido. De todos los colores, por supuesto. Qué poco hemos aprendido de ellos.


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Una nota distintiva de los casos de corrupción política en nuestro país es la incapacidad de los gobernantes para reforzar a balón pasado los protocolos orientados a evitar que se repitan. Cada caso nuevo tiene sus precedentes. Los mismos escándalos repetidos en base a las mismas formas de actuar, el mismo tipo de personajes y las mismas dinámicas.

Todo eso nos remite a una inesquivable conclusión: cada caso que aflora es la prueba de un fracaso de la clase política para detectar las manzanas podridas dentro de su propio cesto. En definitiva, un fracaso del sistema. A partir de ahí, se admiten apuestas sobre las causas. Pero, mientras tanto, vemos como las presuntas tramas corruptas que operaban en Canarias (Caso "Mediador") y la que operaba en Cantabria (ocho detenidos, entre la que se encuentra el jefe de Carreteras del Gobierno autonómico) no son más que variaciones sobre un mismo tema: tráfico de favores facturados bajo cuerda a empresarios ventajistas en obras de contratación pública y otras formas de trampear con el dinero de todos.

Característica común a todos estos escándalos también es la tendencia del gobernante de turno a poner paños calientes, esperar y ver, declararse campeón del mundo contra la corrupción si se demuestra que, si descubrimos que. Véase la reacción de Pedro Sánchez, ante la maloliente trama que afecta al PSOE de Canarias. No se cansa de echar balones fuera por cuenta del caso que afecta a la organización de su partido en Canarias con la excusa de que lo razonable es esperar a conocer los datos reales del que ya es un escándalo nacional.

Y véase cómo lo primero que ha dicho Revilla, en relación con el caso que afecta a Cantabria, es que hay que mirar con calma los datos del asunto, sin dejar insinuar que detrás puede haber "un afán de destrucción del rival político por cualquier procedimiento". Como si un caso de corrupción objetiva fuese una creación artificial del adversario. Y no es eso, no es eso, que diría Ortega.

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