Las cigüeñas de Alcalá buscan alimento fuera del clausurado vertedero

Las cigüeñas de Alcalá buscan alimento fuera del clausurado vertedero

A partir de los años 80, la población de cigüeña blanca en Alcalá de Henares llegó casi a duplicarse, sostenida por la fuente de comida fácil e inagotable que suponía el vertedero a cielo abierto de la ciudad.


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Tras su cierre y sellado, un proyecto busca ahora recuperar el instinto cazador de este animal que puebla los tejados del municipio, y devolver su población a niveles soportables por su ecosistema.

Mientras la excavadora continúa esparciendo tierra sobre lo que antes fue el vertedero a cielo abierto de Alcalá, antes de la plantación de árboles que le dará su apariencia final, varias decenas de cigüeñas aguardan en la colina del vaso ya sellado a que den las nueve para recibir en los comederos los 40 kilos de alimento diario.

El proyecto de instalación de los comederos, desarrollado por el Grupo de Rehabilitación de la Fauna Autóctona y su Hábitat (GREFA)y por la Mancomunidad de municipios del Este, que engloba a los 31 municipios que hasta hace un año y medio vertían sus basuras en Alcalá de Henares, tiene un doble objetivo: evitar las consecuencias dramáticas que para la alimentación de estos animales habría tenido el sellado del vertedero de Alcalá, a la vez que aprenden a buscar comida de forma autónoma.

“Es una especie que llega a aprender que tiene disponibilidad de alimentos en los vertederos, por lo que pasa a depender casi exclusivamente de este tipo de alimentación”, indica Miguel Garcés, biólogo de GREFA.

En los 35 años que el vertedero de la Mancomunidad del Este en Alcalá permaneció abierto, la población de cigüeña blanca en la ciudad pasó de un número “preocupante” hasta las cerca de 109 parejas, y alrededor de dos cigoñinos por nido, contabilizadas este año, según los datos del Grupo de Rehabilitación de la Fauna Autóctona y su Hábitat (GREFA).

“En los años 80 había unas 80 parejas en la ciudad y hemos llegado a hablar de casi el doble: se ha pasado de unos años en los que parecía que la población iba hacia abajo a una población muy estable y muy elevada”, señala el presidente de la Mancomunidad del Este y alcalde de Alcalá, Javier Rodríguez Palacios.

Por sus anillas saben que los ejemplares que acuden a los comederos proceden del municipio; incluso en qué tejado o monumento de la ciudad tienen su nido. Desde 1985, Alcalá de Henares cuenta con “una normativa especial en el Centro Histórico para la protección de los nidos de cigüeña”, recuerda el regidor.

Rodríguez Palacios explica que el comportamiento de las aves “se va a monitorizar y estudiar para hacer un aterrizaje suave entre tener una fuente inacabable de comida artificial, porque era un vertedero al aire libre, con todos los problemas que causaban estas instalaciones para Alcalá de Henares, y por otro lado romperse ese aporte de comida de manera abrupta”.

Casos de “sobrepoblación” como el de Alcalá “han pasado en toda España, en todos los municipios con vertederos a cielo abierto, como el de Valdemingómez o el de Colmenar”, según Garcés.

“Aunque es un municipio grande, con un territorio grande, Alcalá no tiene un ecosistema circundante capaz de soportar la carga que supone tal cantidad de cigüeñas, en caso de que todas tuvieran que buscarse el alimento de forma autónoma”, señala.

Los actuales 40 kilos de comida al día son premeditadamente “insuficientes” para la actual población de cigüeña blanca de la ciudad, dice el biólogo, “porque lo que se intenta es promover que empiecen a despertar otra vez su instinto y que por necesidad vuelvan a buscar alimento de forma exógena a este comedero”; una alimentación que en condiciones naturales consistiría básicamente en “anfibios, reptiles, insectos o algún micromamífero”.

La idea del proyecto es reducir el aporte diario de alimento de forma “muy progresiva y a lo largo de bastantes años”, a la vez que se analiza “cómo afecta tanto a su productividad como al número de parejas que se establecen en Alcalá o que se van”.

Para ello, el siguiente escalón será “marcar a los animales con GPS satelitales, unas mochilitas que apenas tienen peso”, para monitorizar sus movimientos y comprobar si a consecuencia de las variaciones en el aporte de alimento “se desplazan a otros vertederos, o si se produce algún cambio de comportamiento en su conducta migratoria”.

El objetivo es “conseguir tener una población natural y que sea capaz de alimentarse de forma autónoma y sostenible”, añade. Una situación a la que tendrán que enfrentarse en los próximos años otros municipios de España, en los que los vertederos a cielo abierto tienen también los días contados.

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