Errejón y la hipogresía de la izquierda: ¿otra maniobra de distracción de Pedro Sánchez?
En estos días hemos asistido a una de esas revelaciones que sacuden los cimientos de la política y la coherencia ideológica de quienes presumen de tenerla. Íñigo Errejón, figura destacada de Sumar y autoproclamado defensor de la igualdad y la lucha contra los abusos sexuales, ha quedado en evidencia. Tras años de encabezar discursos sobre el empoderamiento femenino y la moralidad, sale a la luz un episodio que expone una realidad contraria a todo lo que ha predicado. Para muchos, el “cazador ha sido cazado”, y de nuevo el discurso progre de superioridad moral queda despojado de su barniz.
Desde Sumar, y especialmente desde la izquierda en general, se ha pretendido monopolizar el debate sobre la ética, atribuyéndose una suerte de autoridad moral. Pero la dimisión de Errejón, en lugar de ser vista como un acto de integridad, deja al descubierto el doble rasero de quienes, tras su retórica de “defensa de la mujer”, revelan actitudes que poco o nada tienen que ver con sus palabras. ¿Cómo confiar en alguien que predica con fuerza contra lo que en realidad practica?
Pero, ¿es solo Errejón el problema? ¿No es este otro ejemplo del modus operandi de la izquierda? Los líderes progresistas acostumbran a vestirse de superiores, como si su posición les otorgase inmunidad moral y les liberase de ser juzgados como al resto. En sus discursos, hay un mensaje implícito de que la izquierda está por encima de la derecha, tanto en ideales como en integridad. Sin embargo, los hechos, una vez más, contradicen su propia narrativa. La izquierda se ha acostumbrado a edificar castillos de superioridad moral que terminan desplomándose con cada escándalo, dejando en evidencia la falta de coherencia y compromiso real con los valores que proclaman.
Y en medio de todo este escándalo, no podemos ignorar la sombra de Pedro Sánchez, un político que, como bien sabemos, acostumbra a actuar cuando más le conviene. ¿Acaso desconocía Sánchez las actitudes de su aliado político? Todo indica que no. En un entorno tan opaco y calculado como el suyo, es difícil creer que no estuviese al tanto de lo que ocurría en su propio frente. La pregunta que surge es inevitable: ¿ha aprovechado Sánchez el momento para soltar la bomba Errejón y desviar la atención de sus propios problemas?
La posibilidad de que Sánchez haya mantenido esta información bajo la manga hasta que le convenía usarla como cortina de humo resulta, al menos, plausible. Con varias investigaciones y casos mediáticos acechando su imagen, parece lógico pensar que Sánchez haya “apretado el botón del pánico” para redirigir el foco mediático hacia Errejón y la izquierda alternativa, protegiéndose así de los asuntos turbios que rondan su entorno, ya sea en relación con su esposa, Begoña Gómez, o su propio hermano. ¿Es esto más que una táctica para calmar la tormenta en su contra? Parece bastante probable.
De este modo, lo que estamos viendo no es solo la caída de una figura en Sumar, sino la representación de una estrategia política recurrente en la izquierda, que ha hecho del uso de las causas sociales y la moralidad su mascarada favorita. Cuando algo o alguien resulta incómodo, se usa, se desgasta y se expone, pero siempre para proteger al líder en la sombra. Es la vieja historia del doble estándar: predicar un ideario mientras se vive en contradicción con él. Y una vez más, es el votante, el ciudadano, el que asiste a esta farsa en la que los políticos progresistas se muestran como paladines de la ética, solo para verlos caer en sus propias trampas morales.
¿Queda espacio para la sorpresa? No. La izquierda ha demostrado en repetidas ocasiones que su discurso de superioridad moral es más bien una táctica que un compromiso. El caso Errejón es solo un ejemplo más de cómo se desmontan los mitos de la izquierda, y el uso del escándalo como estrategia de supervivencia política parece, a estas alturas, casi un método de trabajo para Pedro Sánchez.
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