“Argylle”: una historia de agentes secretos… y punto
En enero llegó a España “Argylle”, de la mano de la editorial Grijalbo y solo unas semanas antes de que pudiera verse la adaptación de esa novela policiaca a la gran pantalla. Y fue precisamente el éxito de la película lo que ha dado una segunda vida en las librerías al libro.
“Argylle” es la ópera prima de Elly Conway, una autora desconocida –ni siquiera está claro que ése sea su nombre real– de la que, a pesar de haber logrado un éxito mundial, no se sabe qué aspecto tiene, ni su edad… salvo que nació en Nueva York y que escribía en sus descansos de trabajo como camarera.
Si no se conoce la identidad real de Conway, sí que conocemos la del agente secreto Aubrey Argylle, protagonista de esas páginas. Buena parte del atractivo de la obra está en que la autora da una vuelta de tuerca al tipo de figuras que suelen poblar las novelas del género. Si se espera a un elocuente detective que resuelva casos a partir de enrevesadas hipótesis o a un valiente y tenaz agente que considere que la vida es solo un accesorio más… esta no es la novela adecuada. Aubrey o, como prefiere ser llamado, Argylle, es un hombre cuya vida ha caído en la rutina. Gracias a un acto de bondad y valentía, la CIA lo recluta y de la mano de esta organización empieza a caminar por un nuevo sendero lleno de piedras y hierbajos.
Esta novela resulta perfecta para todo aquel que busque algo ligero. Está llena de acción y de giros inesperados que empujan al lector a devorar todas sus palabras. Otro rasgo que añade incluso más dinamismo es la corta longitud de sus capítulos.
Por otra parte, el lado más humano de Conway se refleja en la forma que están descritos sus personajes. No trata de que sean perfectos, quiere que sean imperfectos para que la historia sea la perfecta. Hay errores por parte de todos: estas pequeñas equivocaciones consiguen añadir adrenalina a situaciones que parecen ya resueltas. Circunstancias de las que no podrían escapar sino fuera por la colaboración de los distintos personajes y sus diferentes cualidades.
El estilo es sencillo. Con descripciones detalladas que destacan incluso por encima de los diálogos: Elly Conway se asegura de dejar claro el escenario de la acción antes de darle comienzo, y lo hace sin que resulte tedioso. La autora consigue con esto que el lector se sienta como un agente secreto más.
Esta sencillez de estilo no evita que a lo largo de la novela se intercalen pequeñas lecciones de historia, de la famosa Cámara de Ámbar hasta Rudolf Naumann, por ejemplo. Con todo esto se logra que la historia sea el hilo conductor. También aparecen personajes de la actualidad haciendo que el hoy y el ayer se unan con el propósito de crear un interesante puzzle que el lector debe resolver.
En conclusión, este no es un libro pretencioso. Su trama no pretende dejar una marca imborrable en la vida quien se acerque a él. Conway solo busca entretener a base de curiosos rompecabezas y del humor que viene dado por sus personajes. “Argylle” es una novela de agentes secretos… y punto.
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