La Huerta de la Partida, joya histórica de la Casa de Campo para el disfrute de los madrileños
La Huerta de la Partida, un rincón emblemático de la Casa de Campo, se extiende por 38.000 metros cuadrados cerca del Puente del Rey, combinando una rica historia con una belleza natural excepcional. Este espacio, situado en la antigua finca de los Vargas, alberga uno de los mejores miradores desde donde se puede disfrutar de una vista panorámica del centro de Madrid. Tanto turistas como residentes encuentran en este lugar un atractivo singular.
Este rincón histórico, ubicado en la orilla derecha del río Manzanares, ofrece vistas de la cornisa oeste de Madrid, con el Palacio Real, la Catedral de la Almudena y la plaza de España como protagonistas. Con más de 800 árboles frutales, la Huerta de la Partida es un verdadero oasis verde, lleno de historia y naturaleza, que se recuperó gracias a la intervención urbanística que acompañó al soterramiento de la M-30 y la creación del parque Madrid Río.
Borja Carabante, delegado de Urbanismo, Medio Ambiente y Movilidad, visitó este miércoles el lugar, donde destacó la importancia de este espacio tanto desde el punto de vista cultural como ecológico. Invitó a madrileños y visitantes a disfrutar de la tranquilidad que ofrece la Huerta de la Partida y a admirar las vistas desde su mirador.
El Ayuntamiento de Madrid destina aproximadamente 12 millones de euros anuales a la conservación de la Casa de Campo, donde entre 180 y 200 personas trabajan diariamente para mantener el espacio en óptimas condiciones. Carabante también subrayó que, en los últimos cuatro años, se han realizado obras de inversión en 111 parques de la ciudad, creando nuevos espacios para actividades recreativas y deportivas, además de renovar y mantener las zonas existentes.
La Huerta de la Partida tiene una historia profundamente ligada a la familia Vargas, antiguos propietarios de la finca. Felipe II adquirió la propiedad en 1562, convirtiéndola en el núcleo principal de la Casa de Campo. En su huerta se cultivaban las hortalizas que abastecían tanto el palacete de la finca como el Palacio de los Vargas, situado en la plaza de la Paja.
El mirador de la Huerta de la Partida, con su ubicación privilegiada, fue inmortalizado por el pintor flamenco Anton Van Wingaerde en el siglo XVI, en una obra que aún se conserva en la Biblioteca Albertina de Viena.
La transformación urbanística que acompañó al soterramiento de la M-30 permitió que los 38.000 metros cuadrados de la Huerta de la Partida se convirtieran en un refugio verde con más de 800 árboles frutales. Almendros, avellanos, ciruelos, granados y olivos, entre otros, despliegan su esplendor, especialmente en primavera, cuando los colores de estos ejemplares frutales transforman el entorno. Este espacio también es hogar de una gran variedad de aves, pequeños mamíferos e insectos polinizadores, que contribuyen a mantener su vitalidad.
Además, la huerta alberga un cauce seco artificial que evoca el pasado natural de la ciudad, cuando el arroyo Meaques fluía por este lugar en busca del río Manzanares.
Desde el siglo XVI, la Huerta de la Partida también se dedicó al cultivo de plantas medicinales, por decisión de Felipe II. Este encargó al jardinero real, Gregorio de los Ríos, la plantación de especies medicinales para abastecer la farmacia de la corte. En 1929, Alfonso XIII cedió dos hectáreas y media al Comité de Plantas Medicinales, utilizando el terreno como campo de experimentación.
La evolución de la Huerta de la Partida, desde tierras agrícolas hasta un refugio urbano, refleja la historia de Madrid, subrayando la importancia de preservar nuestro patrimonio histórico y ambiental.
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