Ni barro, ni fango, ni epístolas
A escasos días de unas cruciales Elecciones europeas, la clase política española parece centrarse más en disputas internas que en temas clave como la política económica, la inmigración o la política agraria común. En un contexto de guerra en Europa y apoyo explícito a Ucrania, estos asuntos deberían ser prioritarios en el Parlamento Europeo, dado que definirán la cotidianidad de los ciudadanos en los próximos cuatro años. Sin embargo, la estrategia parece inclinarse hacia el sensacionalismo, como muestra la atención mediática a la investigación judicial a Begoña Gómez y las tácticas de victimismo del presidente del Gobierno, quien prefiere comunicarse mediante cartas en redes sociales. Este enfoque podría desviar la atención de asuntos más urgentes y relevantes para el futuro de España y Europa, en un momento en que la influencia de figuras políticas como Orban, Le Pen o Meloni podría crecer, marcando una dirección política preocupante para el continente.
A menos de tres días de una cita con las urnas, fundamental para el devenir de Europa que es el nuestro, la clase política cree seducir al votante arrojándose cubos de bosta. No se habla de cómo apoyar la política económica europea para que los fondos de ayuda sigan existiendo, no se habla (salvo la extrema derecha que los quiere echar a todos) de la inmigración, no se habla de política agraria común, ni de derechos y libertades.
¿Para que? Y, sin embargo, en un continente en guerra, apoyando abiertamente a Ucrania en su lucha contra Putin, estos temas y su defensa en el Parlamento Europeo, van a configurar el día a día de todos nosotros los próximos cuatro años. Pero insisto, ¿para que? Creen mucho más rentable agitar hasta la náusea la investigación judicial a Begoña Gomez ( la derecha y la extrema derecha) cuando Feijoo siempre ha defendido la presunción de inocencia hasta que exista una sentencia. Sumar hace que mira para otro lado, porque teme que el PSOE les deje sin votos. Y el espontáneo “¡a la mierda!”, que se le escapó a Yolanda en el hemiciclo, ahora es silencio.
Por su parte, el presidente del Gobierno recurre al género epistolar en las redes para seguir con la táctica del victimismo. Tras su amago de marcharse, en Ferraz consideran que las cartas contribuyen a mantener unida a la militancia. Pero, aquí y ahora, no se trata de las militancias de unos y otros, si no de la ciudadanía en general que, a lo mejor, preferiría que el jefe del Ejecutivo compareciera en una rueda de prensa y explicará el alcance de la investigación a su esposa que parece, según dicen, que no llegará a ningún lado.
Si al final esto ocurriera, y es posible, ¿como va a explicar Feijoo y el resto de dirigentes populares las graves acusaciones de corrupción vertidas contra la inquilina de Moncloa? Posiblemente guarden silencio o afirmen que no se sobrepasaron, al igual que ahora guardan silencio sobre una posible moción de censura contando con los votos de Puigdemont.
Lamentablemente, cuando se conozca el desenlace judicial de la mujer de Sánchez o los recursos ante la Ley de Amnistía, ya no habrá vuelta atrás en el resultado electoral europeo y puede que los ultras de Orban, Le Penn o Meloni marquen la línea política de Europa. Pero aquí, que tanto dependemos económicamente de Bruselas, seguiremos con las polémicas de si son galgos o son podencos. Hace decenios que este viejo continente no tenía una clase política tan incompetente.
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