¿Regeneración o degeneración?
El Gobierno español, liderado por Pedro Sánchez, ha sido criticado por sus recientes decisiones y acciones, que algunos consideran como una degeneración en lugar de la prometida Regeneración democrática. Sánchez ha sido acusado de intentar controlar a jueces y periodistas, y de cambiar sus razones para permanecer en el poder. Se le critica por nombrar a su asesor de tesis doctoral como consejero de Telefónica, una operación que costó a los españoles cerca de 2.000 millones de euros. Además, el Gobierno ha sido inconsistente en su postura sobre la OPA de BBVA a Banco Sabadell, mostrándose primero a favor y luego en contra. El ministro Escrivá ha sido criticado por nombrar a dedo a altos cargos y directivos de la Administración. Además, se ha denunciado un trato favorable hacia el hermano de Pedro Sánchez por parte de la Agencia Tributaria. Estas acciones han llevado a cuestionamientos sobre la autenticidad del compromiso del Gobierno con la regeneración democrática.
El Gobierno está empeñado, desde que hace ya unos días el presidente nos dijo que se quedaba, en llevarse la contraria o engañarnos a todos.
Sánchez decidió que merecía la pena quedarse porque España necesitaba una regeneración democrática y que ésta pasaba por mantener a raya a jueces y periodistas. Las razones esgrimidas en su carta a los ciudadanos eran sin embargo personales. Eso no impidió, al estilo Sánchez, que en su alocución sin periodistas cambiara absolutamente los motivos de sus cinco días de reflexión. Ya no tenía nada que ver lo mal que lo estaba pasando el matrimonio Sánchez-Gómez, agobiado por las informaciones publicadas de una presunta corrupción o conflicto de intereses de la mujer del presidente o la admisión a trámite de una querella contra Begoña Gómez. Así que, ante este nuevo cambio de guion, el líder de la oposición entendió que por lo visto y escuchado ese día y los siguientes, más que de regeneración deberíamos hablar de degeneración. Y realmente el Gobierno se empeña en darle la razón.
Hemos visto como Sánchez, dejamos de lado los bulos, ha nombrado consejero de Telefónica al que le "ayudó" a escribir su tesis doctoral. Una operación que, además de haber costado a los españoles cerca de 2.000 millones de euros, muestra a las claras el deseo de seguir entrando en empresas cotizadas y desde dentro intentar influir en las decisiones de su consejo de administración, vaya usted a saber para qué. También esta misma semana, el Ejecutivo se ha pronunciado sobre la OPA de BBVA a Banco Sabadell. Primero se mostró a favor, para después, viendo que la operación no es del agrado de sus socios separatistas catalanes, cambiar de opinión y mostrar su total desacuerdo. Incluso varios ministros han llegado a decir que harán todo lo posible para que la operación fracase, aunque saben que no pueden evitarla.
Pero, no se han parado ahí. El ministro Escrivá ha apuntalado el nombramiento a dedo de altos cargos y directivos de la Administración, incluyendo subdirectores generales. No quieren que ningún funcionario se atreva a llevarles la contraria o puedan negarse a firmar algún documento. Los inspectores de la Agencia Tributaria, por su parte, han asegurado que el traje a medida que se le ha hecho al hermano de Pedro Sánchez se ha diseñado en el Ministerio de Hacienda.
Es sorprendente que se estén dando estos pasos si de verdad lo que se quisiera transmitir fuera un mensaje de regeneración, es decir, de cambio en el manoseo de las instituciones y empresas o actuaciones de claro nepotismo. No todo da igual, aunque es lo que parece empeñado el Gobierno en transmitir. La regeneración es otra cosa, es acabar con estas actuaciones relatadas y muchas más que tienen que ver con la Justicia, los medios de comunicación con señalamientos a periodistas, los empresarios, a los que se ha echado literalmente del diálogo social o la oposición y no persistir en el error de matar al mensajero e intentar acabar con todo aquel que no piensa como ellos o sencillamente cumple con su deber.
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