“Algo del otro mundo”, Iris Murdoch sitúa su nuevo relato en Irlanda
Años cincuenta, Irlanda. Es de noche, hace frío. Sam quiere a Ivonne, pero ¿Ivonne quiere a Sam o solo se contenta con saberse querida? El día está finalizando y la noche nos sumerge en un ambiente onírico, nebuloso, que atrapa al lector en una dicotomía entre un dulce sueño y una extraña pesadilla. Así es como Yvonne contempla el amor, en esos términos, y se pregunta si verdaderamente desea despertar. Pero, ¿despertar de qué, ante qué?
“Algo del otro mundo” (2024) es un relato breve escrito por Iris Murdoch (Dublín, 1919-Oxford, 1999) una prolífica escritora, autora de veintiséis novelas: entre ellas, “Bajo la red” (1954); “El sueño de Bruno” (1969); “El príncipe negro" (1973); “La máquina de amor sagrado y profano” (1974), y “El mar, el mar” (1978), considerada esta última por muchos críticos y lectores como su obra cumbre. Antes de convertirse en una gran novelista, Murdoch se dedicó intensamente a la filosofía. No es de extrañar, por tanto, el tinte filosófico que impregna este relato, publicado por la editorial Impedimenta (con traducción y posfacio de Pilar Adón).
Lo cierto es que la prosa murdochiana está plagada de referencias filosóficas, dilemas morales y situaciones vitales que ponen de manifiesto la complejidad humana. En este caso, “Algo del otro mundo” plantea cómo la inercia o el miedo al cambio mueven a los personajes hacia un futuro indeseado. Yvonne siente angustia, asfixia y desesperanza hacia lo que le rodea, pero, en vez de tomar un rol activo y tratar de remediarlo, deja que la vida la arrastre como el viento se lleva las hojas del parque de Stephen´s Green.
La necesidad de huida le impulsa a recorrer las calles de Dublín con frenesí: la joven se topa con una ciudad oscura, gélida, poco hospitalaria, romántica, con un aire gótico que envuelve a la protagonista en una especie de película de misterio. Simulando una sombra, Sam la sigue por toda la capital irlandesa. Toda la familia de Yvonne le insiste en casarse con él, pero la chica no acaba de decidirse. Él, por su parte, no repara en nada de lo que ella siente, ¿o es que prefiere no hacerlo?
La sensación de estar en un sitio al que no se pertenece es retratada con excelencia por Murdoch, que pudo basarse en su propia percepción como persona que nació y vivió durante poco tiempo en Irlanda para, después, mudarse a Inglaterra: “-¿Así que te gustaría ir a Inglaterra?-Preguntó Sam. / –¿Es que hay algún irlandés vivo que no quiera largarse a Inglaterra?-Preguntó”. El espacio es, en este relato, el verdadero protagonista.
Quienes hayan vivido o viajado a Irlanda, encontrarán esta obra casi como un paseo por su memoria, pues el libro es un recorrido por los lugares más famosos de Dublín, además de incluir algunas referencias a otras zonas del país, como Howth. Pero, sobre todo, la escritora es habilidosa al recrear la atmósfera de una noche en el Dublín más inhóspito y alegórico. Algo, por cierto, poco común en la prosa de Iris Murdoch, que acostumbra a narrar enredos amorosos con cierto toque cómico.
En conclusión, leer un libro no es nada de otro mundo; leer un buen libro, quizá, sí sea algo de otro mundo. Juzguenlo ustedes mismos.
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