“Un año y tres meses” de enfermedad; toda una vida de amor

“Un año y tres meses” de enfermedad; toda una vida de amor

“Mientras él pudiera lavarla, peinarla, acariciarla…”. Luis García Montero (Granada, 1958) toma estas palabras como inicio del poemario “Un año y tres meses” (Tusquets, 2022), rescatadas de la última novela que escribió su mujer, Almudena Grandes, publicada póstumamente. En ellas se trasluce la fortuna del cuidado cuando el dolor todo lo invade y la enfermedad es ya inminente; un inicio que anticipa un final, pero lo abraza. Un poemario que dice adiós y dice gracias.

Luis García Montero es catedrático de literatura española en la universidad de Granada, director del Instituto Cervantes, autor de ensayos, novelas y algunas de las obras más destacadas de la poesía contemporánea, como “El jardín extranjero" (Rialp, 1983, Premio Adonais), “Habitaciones separadas” (Visor, 1994, Premios Loewe y Nacional de Literatura) o “La intimidad de la serpiente” (Tusquets, 2003, Premio Nacional de la Crítica). Pero cualquier biografía que ayer pudiese identificarle hoy resultaría hueca, carente de sentido, pues sus versos nos demuestran lo que se es cuando el ser se resquebraja: el recuerdo de los otros, el gesto de amor en la memoria.


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Bajo el título de “Un año y tres meses” se halla el periodo de duelo con el cáncer, tiempo en que el autor comprende que “las cosas van y vienen / confundiendo el ahora y el mañana / con lo que ya no puede suceder”. Esta alusión al tiempo, de pronto tan hiriente y desconcertante, se ve plasmada a lo largo de toda la obra. La confusión de la primera parte transita al reproche en la segunda: “seguro que el reloj también lo sabe, / seguro que está el mar detrás de su maldito / correr indiferente”, escribe el autor evocando a Jorge Manrique. Más adelante, cuando se refiere a la ausencia de Almudena, expone: “la conciencia del tiempo no responde / al dolor animal, / ni siquiera al esfuerzo de vivir, / sino la soledad de saberse con vida”. En un constante juego temporal entre los momentos compartidos y la nueva realidad a la que ha de enfrentarse, el poeta finaliza con un mensaje de optimismo, rememorando a Joan Margarit: “una historia de amor, / este año y tres meses, / estos días que ya son, / ahora, recordados / los más felices de mi vida”.

Impone respeto escribir una reseña de algo tan íntimo como la muerte de un ser querido porque cualquier valoración será superficial frente a la honestidad y el desgarro de unos versos que nos hablan de la pérdida. Sobre todo, cuando el libro presenta un diálogo entre dos de los mejores escritores de nuestro siglo, que se regalan poemas como quien envía flores. “Existe verdad en las ficciones”, escribe él al contemplar cómo Almudena se prueba pelucas en una tienda. Poetizar la devastación es un acto de valentía porque coloca al escritor cara a cara con el abismo de la palabra: “qué difícil es andar con pies descalzos / y miedo a lo que corta”.

En el episodio “La suerte de cuidar y ser cuidado” del Podcast Nota al Pie, Luis García Montero reconoce que “algo que tiene que ver con la pérdida es la imposibilidad de hablar de cosas cuando has perdido a la persona más íntima” y, en ese sentido, la literatura ofrece un espacio de compañía y reflexión, en el que la propia Almudena se refugió en sus últimos días —“le detectaron el cáncer en septiembre y se agarró a la escritura de la literatura porque era su manera de agarrarse a la vida”, explica Luis García Montero—; del mismo modo, él se aferra a la redacción de este poemario. “Esa complicidad de la literatura era una manera de cuidarnos”. Basta leer los versos del poema Lectores para apreciar este vínculo: “no me importa que tardes en apagar la luz / si me quedo dormido en tu lectura […] tampoco tú protestas / si yo enciendo la luz antes de hora […] el amor es, también, una luz negociada”.

Sin embargo, el autor explica que “no se trata de una confesión donde yo cuente lo que quiero a mi novia o el dolor de una muerte (eso puede ser un desahogo). El poema lo que intenta es trascender la anécdota […] Que sea el lector quien haga suyo el poema”. Sin duda, es inevitable no hacerlo, no leer la experiencia individual desde la sensibilidad universal. Esa capacidad de hacer sentir como propio lo ajeno es uno de los logros de su poesía y es lo que le otorga la denominación de “poeta de la experiencia”. Poeta, también —pienso tras cerrar la cubierta de “Un año y tres meses”—, de la trascendencia.