¿Por qué suben los tipos de interés?

¿Por qué suben los tipos de interés?

En este artículo tratamos de abordar los motivos que explican que la Reserva Federal Estadounidense y el Banco Central Europeo estén apostando por encarecer el precio del dinero, pese al impacto negativo que esta política monetaria pueda tener en un primer momento, tanto a nivel macroeconómico como en la financiación de empresas y particulares.

Estos días no paramos de escuchar cómo la subida del Euribor está provocando un notable incremento de las cuotas mensuales de las hipotecas de tipo variable. La explicación radica en la subida de los tipos de interés, que provoca un encarecimiento del dinero que repercute primeramente en lo que le cuesta a los bancos financiarse, un mayor coste que estos trasladan a la financiación de sus clientes vía créditos, préstamos, hipotecas, etc.


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Estos aumentos de los costes de financiación repercuten en toda la cadena de la actividad económica, al disminuir la disponibilidad de liquidez de empresas y particulares, lo que tiene un efecto de enfriamiento de la economía, que se traduce en la evolución del PIB, el desempleo, etc. Pero entonces, ¿si las subidas de tipos tienen esas consecuencias por qué los organismos con competencias en regulación monetaria como el FOMC o el Banco central europeo apuestan por esta política?

En las siguientes líneas vamos a tratar de explicarlo de manera sencilla.

La necesidad de contener la inflación

Los problemas globales en las cadenas de suministro y el encarecimiento de los costes energéticos por los motivos que todos sabemos han provocado la irrupción de un viejo fantasma que parecía haber sido exorcizado en las economías desarrolladas: la inflación, que tiene los efectos que podemos comprobar en nuestro día a día en cuestiones tan básicas como la cesta de la compra.

La inflación es un problema muy grave porque tiene un efecto acumulativo, y hace entrar en un círculo vicioso, dado que para mantener el poder adquisitivo se requieren subidas salariales que repercuten en los costes empresariales, ya de por sí incrementados en una coyuntura inflacionista por el aumento del precio de las materias primas y del suministro energético. En este contexto, las empresas para poder seguir siendo viables tienen que incrementar el precio al que venden sus productos, servicios y soluciones, lo que alimenta de nuevo la espiral hasta convertirla en un bucle sin fin si no se interviene.

Todo esto solo resulta paliable con un enfriamiento de la demanda por la vía de la subida de los tipos de interés, que si bien tiene consecuencias negativas a corto plazo supone la vía más segura para poder estabilizar la economía a medio y largo plazo.

¿Por qué la inflación es el peor enemigo?

Hay que valorar que la inflación descontrolada supone un auténtico terremoto para la economía de las personas, ya que devora el valor de los salarios, e incluso el de los ahorros de toda una vida. Actualmente podemos encontrar muchos ejemplos de países que no han afrontado ese problema con las medidas adecuadas, y las consecuencias que ello tiene. Y ya si nos vamos a la historia, y nos detenemos en fenómenos como la hiperinflación que se experimentó en Alemania en el periodo de entreguerras (llegó un momento que los alemanes tenían que ir a hacer la compra transportando el dinero en carretillas de lo que se había devaluado), nos encontramos con que muchos historiadores explican que esta situación fue el caldo de cultivo necesario para todo lo que vino después...

Para atajar la espiral inflacionista lo antes posible, la Reserva Federal estadounidense primero y el Banco Central Europeo después apostaron por la subidas de tipos, que de momento han logrado contener algo la inflación, pero ni mucho menos atajarla a los niveles deseados.

Los últimos datos de inflación

Así, según los últimos datos disponibles en Estados Unidos a enero de 2023 la tasa de variación anual del IPC sería del 6,4%, con un 0,8% de subida en el último mes. La situación es más comprometida todavía en la Eurozona, más expuesta al encarecimiento de los costes energéticos al no tener capacidad productora de hidrocarburos. 

Por ello, y porque las subidas de tipos fueron también más tardías, la inflación se ha moderado tan solo al 8,5%, aunque aquí hay notables diferencias entre países, destacando eso sí España entre las economías menos afectadas con un 6,1% de incremento, sin que esto sea óbice para que podamos hablar de un aumento de precios que se hace sentir con fuerza en los bolsillos de los ciudadanos y en la economía de las empresas.

Además, si nos vamos a la inflación subyacente, aquella resultante de descontar en el IPC los precios de la energía y las materias primas vemos que esta alcanza el 7,7%, lo que supone una medida mucho más exacta de la evolución real de los precios.

Dada la persistencia inflacionaria general aunque se vaya moderando la tendencia, es probable que tanto la Reserva Federal como el Banco Central Europeo vuelvan a aplicar más subidas de los tipos de interés, aunque sean más atenuadas, vislumbrándose a día de hoy muy lejana la posibilidad de que vuelvan a bajar a los niveles similares a los que podía haber en 2021.

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