“Aquiles en Esciros”, la ópera maldita

Parece que una maldición oscura se ha apoderado de la ópera “Achille in Sciro” (o “Aquiles en Esciros”) de Francesco Corselli con libreto original de Metastasio. Para empezar, el 14 de marzo de 2020, tres días antes de su estreno en el coliseo madrileño, el gobierno decretaba el estado de alarma y el confinamiento por el coronavirus. Casi tres años después la obra lírica ha vuelto con cinco funciones en lugar de las ocho previstas entonces, y con un solo reparto en lugar de dos, en una coproducción con el teatro vienés Theater an der Wien. Quizás ese reparto hubiera sido necesario porque el segundo hechizo macabro hizo efecto en este reestreno: el aclamado Franco Fagioli –una de las grandes estrellas entre los contratenores del momento–, no pudo encarnar el personaje de Aquiles (también el de Pirra) por una enfermedad.
Así las cosas, al contratenor sevillano Gabriel Díaz –también ausente por dolencia en la función del 21 de febrero– no le quedó otra que tomar las riendas del reto con valentía e interpretar un papel demasiado agudo para su instrumento. Sustituyendo al enfermo Fagioli, Díaz se enfrentó modestamente a siete arias, algunas tan fascinantes como “Tornate sereni”, habiendo momentos en los que su personaje resultaba prácticamente exhausto, debido a una voz forzada casi hasta rozar la caricatura por momentos. Sin embargo, destacó especialmente en los recitativos a partir del segundo acto –parece que en el primero no se sentía del todo cómodo– donde consiguió proyectar un personaje tanto intrépido como prendado por su amada.
Tetis, madre de Aquiles (Gabriel Díaz), disfraza a su hijo de mujer para ocultarlo en la corte del rey Licomede (Mirco Palazzi) de Esciros y evitar que sea enviado a la guerra de Troya. El plan empieza a desmoronarse cuando Aquiles, incapaz de dominar su virilidad, se enamora de la princesa Deidamia (Francesca Aspromonte) y la trama da un vuelco cuando aparece Ulisse (Tim Mead) para buscar a Aquiles y hacerle entrar en razón de que su misión es ser un guerrero. A toda esta jarana, se une el príncipe Teagene (Sabina Puértolas) –personaje masculino cantado por una soprano– para pretender la hija del rey. Se trata de un entretenimiento fortalecido por recitativos e interminables arias “da capo” en el que el héroe escoge entre dos destinos: el amor o la guerra. Es de gran relevancia destacar que las dos sopranos –Francesca Aspromonte y Sabina Puértolas– estuvieron fantásticas y demostraron gran control de la voz desde el comienzo del primer acto. La soprano navarra, Puértolas, mostró gran virtuosismo y coloratura pasional en sus tres arias y, en especial, en “Con tromba d’or” que contó con la culminante trompeta solista de Bruno Fernandes.
La ópera de Corselli era desconocida hasta que fue descubierta por Grover Wilkins III, musicólogo y director de la Orchestra of New Spain, en la librería Conde Duque en 1990. Se convirtió en un estudioso del repertorio de la España del siglo XVIII debido a sus largas investigaciones en los archivos de catedrales y de la Corte española. Se sabe que Wilkins elaboró las transcripciones y se hizo cargo de una nueva edición de esta ópera con el fin de representarla en el nuevo teatro de Dallas. En 2018 se estrenó por primera vez en el en el Moody Performance Hall de Dallas en una producción de Gustavo Tambascio. En las cinco funciones actuales el Teatro Real utiliza la aclamada edición crítica de Álvaro Torrente, director del Instituto Complutense de Ciencias Musicales, quien se ha encargado de la investigación de estas partituras y de su edición moderna. Para esta ocasión, el Teatro Real ha puesto en práctica, por primera vez en una ópera, el uso digital de los materiales musicales gestionados a través del proyecto DEePMusic (Digitalización del Ecosistema del Patrimonio Musical). Esta recuperación española es un acontecimiento porque “Achille in Sciro” es una de las principales óperas estrenadas en la corte de Felipe V.
El compositor italiano Francesco Corselli (1705-1778) fue una figura clave de la ópera española del siglo XVIII. Como “Kapellmeister” de la Capilla Real de Madrid durante casi 30 años, fue el principal proveedor de ópera de la corte española. Algunas de ellas estuvieron bajo la dirección artística del famoso “castrati” Farinelli. La ópera “Achille in Sciro” se representó por primera vez el 8 de diciembre de 1744 en el Real Coliseo del Buen Retiro de Madrid, como preparación para la celebración del enlace de la infanta María Teresa Rafaela de España, hija de Felipe V, con el delfín Luis de Francia, hijo de Luis XV. Nunca se había representado desde el día de la boda (salvo en Dallas, como ya hemos mencionado antes).
Este último acontecimiento explica la subtrama que hay en la ópera, ideada por la directora de escena, Mariame Clément. Desde el comienzo se desarrolla una historia paralela –algo así como una metanarración– sobre la que nació la ópera. María Teresa Rafaela (protagonizada por la fina actriz Katie Klein) se pasea como espectadora durante la ópera y a veces interacciona en forma de gestos con los personajes. La escenógrafa acaba fundiendo las dos bodas y las dos historias se convierten en una. Por momentos este paralelo puede llegar a distraer el espectador, pero no cabe duda de que es una apuesta inteligente. En las tres horas de ópera los protagonistas se encuentran en la isla de Esciros, que más que una isla parece una cueva representada por grandes estalactitas y piedras. Aunque tiene su encanto, le da un vago misterio a la indeterminación del destino de Aquiles.
El éxito primordial de esta representación proviene de la calidad exquisita del foso especializado en este tipo de música. Un grandioso Ivor Bolton, titular del Teatro Real, con la Orquesta Barroca de Sevilla y al frente de Monteverdi Continuo Ensemble hicieron de la melodía la gran protagonista corselliana de la noche. Indudablemente esta ópera constituye un hito en la recuperación del patrimonio musical español, además de amparar una música de gran elegancia y cortesía.
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