Nos quedan 100 días, cien

Nos quedan 100 días, cien

Sugiere Josep Borrell, que algo más que usted y yo --a quienes nos cuentan muy poco-- debe saber del asunto, que a la guerra de Ucrania le quedan cien días, hasta la plena primavera, para resolverse en un sentido u otro.

Más o menos es el tiempo que quienes pretenden saber algo de lo que pasa en las interioridades del Kremlin calculan para el desarrollo de una nueva ofensiva rusa en el martirizado país de la Europa oriental. Y cien días es lo que nos queda a los españoles para las Elecciones Municipales y autonómicas de mayo. ¿Que qué tiene que ver una cosa con otra, al margen de la coincidencia en las fechas? Si piensa usted que nada, siga leyendo, por favor.


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Se cumple este próximo viernes un año del inicio de una guerra, con la invasión rusa de Ucrania, que nadie, nadie, preveía que iba a durar tanto tiempo y de la que nadie, ni siquiera Borrell, el 'otanista' Stoltenberg o Biden, se atreve a pronosticar una fecha para su final y menos aún para calibrar cuáles serán el desenlace y el vencedor, si es que todos no acaban, acabamos, siendo perdedores. Pero aquí, en España, obsesionados con temas internos, tantos de ellos impostados, que hacen que nos miremos constantemente el ombligo, hemos olvidado, simplemente, que Europa, la economía europea, la moral de Occidente, se hallan en una seria crisis propia de todo conflicto bélico pero que nadie parece percibir: ¿qué se hizo de aquellas severas admoniciones sobre la iluminación nocturna de los escaparates? ¿Qué de aquellas advertencias para utilizar la lavadora de madrugada? ¿Acabarán o no teniendo razón aquellos profetas de la catástrofe económica que no percibimos en las previsiones gubernamentales?

Pues resulta que sospecho que estos interrogantes van a tener más que ver de lo que pensamos en el desarrollo de una campaña electoral ahora centrada en el absurdo debate sobre el 'sí es sí', los límites a la 'ley Trans', si el aborto es o no un derecho, el alcance del bienestar animal y tantos otros duelos a garrotazos que pasado mañana estarán olvidados por otros pretextos para seguir sacudiéndonos en las dos Españas. Yo creo, sin embargo, que una democracia con riesgos, como es la que tenemos, con distintas intensidades, en Europa, debería cuestionarse permanentemente cosas como si estamos en buenas manos a la hora de enfrentarnos a conflictos que, como el imperialismo ruso, nos trascienden. Y eso, claro, tiene mucho que ver con las elecciones.

Es decir: a mí me gustaría una campaña en la que se busquen respuestas a preguntas como cuánto nos va a acabar costando el conflicto ucraniano y cómo vamos a distribuir esos costes. O como hasta qué punto esa controversia interna en el Gobierno acerca de si hay que enviar o no armas a Ucrania está contribuyendo, junto con otros muchos diferendos, a lastrar la gobernación de nuestro país. Y, claro, mucho más: ¿Nos espían los rusos? ¿Saben los servicios de inteligencia españoles cosas que nosotros ignoramos sobre lo que nos espera (la respuesta es obvia, o quizá no tanto)? Y, ahora que hablamos del tema, ¿sabemos si alguna potencia extranjera, quizá vecina, participó en la trama de espionaje 'Pegasus', que no deja de formar parte de esa guerra mundial que se juega en las ondas y que ya denunciaron gentes como Angela Merkel o el Papa Francisco?

O ya que estamos entregados al recuento de lo que ocurrió hace un año, podríamos preguntarnos si el rumbo pos-casadista en el principal partido de la oposición es el adecuado para una gestión internacional que, en el caso del Gobierno PSOE-Podemos, tiene abundantes claros y también oscuros. La dimensión exterior de la acción política no debe, ni siquiera en una campaña local y autonómica, o menos aún en campaña, olvidarse. Especialmente cuando seguimos viendo imágenes de sufrimiento y de cañones disparando ocupando las páginas de nuestros periódicos y escuchando en los noticiarios, de especialistas reales o presuntos, especulaciones pesimistas y peligrosas sobre el inmediato porvenir.

Pero ya ven: estamos prácticamente a cien días de la carrera hacia las urnas y aquí seguimos felices y despreocupados, muy empeñados, como decía Bismarck, en destruirnos, sin afortunadamente haberlo conseguido hasta ahora, y bastante ajenos, en cambio, a quienes tratan de destruir Europa y tal vez lo hayan conseguido en parte allá por mayo, dentro de cien días que pueden cambiar, más aún, el mundo. Y a nosotros.

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