Así no se puede gobernar

Así no se puede gobernar

La seguridad jurídica, la separación de poderes, el debate parlamentario sosegado y razonado, la coherencia en la propuesta de leyes, son, entre otros, elementos esenciales en una democracia. Comprendo que existen asuntos más apremiantes para la ciudadanía, desde la inflación hasta el mantenimiento de la paz y el amor navideños; pero lo cierto es que los últimos días han sido pródigos en momentos de alteración de esa normalidad democrática que los españoles reclamamos.

Un país no puede seguir una trayectoria 'normal' en medio de constantes acusaciones de golpismo y de vulneración de la Constitución de un lado contra el otro de las dos Españas. Sí, como todos los portavoces parlamentarios dijeron, cada uno desde su lado, la situación en la que se ha puesto a las instituciones, a los tres poderes clásicos de Montesquieu, es "gravísima". Lo que ocurre es que cada parte lo veía desde un extremo diferente.


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Comprendo que usted no sea capaz de entender cabalmente el laberinto jurídico en el que nos hemos metido con una reforma importante del Código Penal mezclada confusamente con otras de las leyes orgánicas del Poder Judicial y del Tribunal Constitucional. Lo que se pretendía en primer lugar, y se ha logrado, ha sido sacar adelante, en beneficio exclusivo de los independentistas catalanes, la supresión de la sedición y el abaratamiento de algunas clases de malversación.

Pero, además, se pretendía hacer aprobar contra viento y marea, cambiando de golpe dos leyes orgánicas clave, los nombres (claramente inadecuados), gratos al Gobierno, de dos magistrados futuros del Tribunal Constitucional, con el fin de hacerse con el control político del máximo órgano de garantías. Eso es lo que se pretendió hace una semana, todo de una tacada y en aun más vidriosa coincidencia con otras muchas leyes que tratan de cambiar conductas sociales arraigadas: aborto, 'sí es sí, ley Trans, familia, pensiones y hasta bienestar animal. Y hacer todo eso casi al mismo tiempo, en un plazo récord, es pretensión que no puede dejar indiferente al 'Corpus' político de la nación, por mucho que al ciudadano medio, confuso, cansado, cabreado, aburrido de estos manejos políticos, ya todo esto parezca importarle un pimiento.

Pedro Sánchez, para colmo ausente de este 'pleno escoba', en el que se pretendían barrer para casa los temas más conflictivos que han marcado esta recta final del año, habrá vencido numéricamente en el Cámara Baja, y lo hará en la Alta. Pero ni mucho menos ha convencido. Ni su victoria parlamentaria significa una victoria en la realidad de una calle que en buena parte no se siente representada ya en los escaños del Legislativo. Es mucho lo que ha cambiado en esa calle, y en las alturas, desde las últimas elecciones. Los gobernantes deberían tenerlo en cuenta.

La lamentable gestión de la llamada clase política representando a los españoles -unos, los gubernamentales, pienso que con más culpa que otros_no puede hacernos olvidar tampoco el espectáculo de un Tribunal Constitucional dividido, calculador en función de sus intereses más que de los de la mayoría de los españoles, incapaz de resolver las cuestiones más candentes que se le plantean, embarcado en una lucha por el poder para controlar, quién sabe para qué -o, mejor, sí se sabe para qué--, el máximo órgano de apelación en España. Y algo semejante podría decirse del Consejo del Poder Judicial. Y de un Parlamento que tolera alterar plazos y usos para hacer pasar 'reformas exprés' como las dictadas el pasado viernes desde el grupo parlamentario que domina el principal partido del Ejecutivo.

El año no puede terminar peor para una democracia que se quiere justa, abierta, integradora, progresista. Quizá el Rey, en su mensaje de Nochebuena, debería hacer alguna referencia a todo este embrollo jurídico y, sobre todo, moral, en el que nos estamos embarcando, en lugar de limitarse a vagas referencias desde las alturas. Así, desde la marrullería, no se puede gobernar una nación, e insisto en que ojalá me estuviese refiriendo solamente a quien gobierna. Es urgente un proceso de regeneración de la vida política española, que no puede quedar circunscrita solamente a ver quién gana, y por qué métodos, las próximas elecciones.

Creo que este 'superjueves', lamentable jueves, ha marcado un nuevo hito en el sonrojo que provoca ver cómo funcionan quienes aspiran a representarnos, esos a quienes pagamos y, además, votamos. La sedicente pretensión de pacificar territorialmente, socialmente, económicamente, a la nación no lo justifica todo, lo siento. Quizá el pacto con Esquerra le va a costar a Pedro Sánchez, y a todos, mucho más caro de lo previsto, si es que había alguna previsión, y no solo improvisación, en todo este lío monumental en el que nos han metido.

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