Los policías vuelven al instituto para avisar: Las bandas no son un juego

Los policías vuelven al instituto para avisar: Las bandas no son un juego

La edad de acceso a las bandas juveniles se ha situado en los 12 años. Los mayores, integrantes de pleno derecho, intentan "pescar" a unos chavales recién llegados al instituto a los que ofrecen popularidad, supuesta protección y dinero.


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Y al instituto acuden también agentes de la Policía para decirles que las bandas "no son un juego".

Se trata de cuatro agentes de la Unidad de Participación Ciudadana, que en este caso asisten al instituto Antonio Domínguez Ortiz de Puente de Vallecas, uno de los distritos madrileños más vigilados por la presencia de numerosos miembros de bandas como los Trinitarios o los Dominican Don't Play (DDP), que se han saldado con la vida de cuatro jóvenes en Madrid en lo que va de año.

Los alumnos de una clase de primero de la ESO, confundidos a la vez que cautivados por la presencia policial, van a recibir una de las charlas sobre estos grupos violentos enmarcada en el Plan Director, que desde 2007 responde a las amenazas para la seguridad de los niños y adolescentes mediante una labor preventiva.

Las más de 250 charlas sobre bandas impartidas durante los más de ocho meses transcurridos del presente curso, según datos de la Delegación del Gobierno en Madrid, arrancan siempre con la misma pregunta: "¿Qué es para vosotros una banda?".

"No es una pandilla de amigos" adelanta una de las agentes, aunque los alumnos, por sus rápidas respuestas, ya lo saben. "Son grupos violentos que tienen peleas entre ellos", responde una joven.

Mientras dos chicos cuchichean al fondo del aula comentando una reyerta entre bandas ocurrida días antes en un parque del barrio, los agentes advierten de los dos destinos finales a los que conducen estas organizaciones, "la cárcel y el cementerio", razón que explica la inexistencia de miembros que ronden los 30 años.

EN LAS REDES Y EL DÍA A DÍA DE LOS ALUMNOS

A lo largo de la charla los alumnos se lanzan a hablar sin pudor sobre las bandas juveniles, su "modus operandi", duelos territoriales, jerarquía interna, signos propios, vestimenta, papel de las adolescentes e, incluso, de jerga propia con palabras como "caída" o "coro".

Casi con total certeza algunos de los menores en el aula se habrán fotografiado realizando alguno de los gestos o saludos particulares de cada una de las bandas, o habrán lanzado alguna publicación en redes sociales como Instagram o TikTok añadiendo corazones con los colores verdes de los Trinitarios o los negros de los DDP.

La Policía ha detectado que se han convertido en prácticas habituales entre estos menores, que "inconscientemente" se ponen "en la diana" de los verdaderos pandilleros, les subraya una de las agentes.

Los policías de Participación Ciudadana, en concreto los delegados de esta Unidad en la Comisaría de Puente de Vallecas, saben que estos grupos violentos "forman parte del día a día" de los menores de este distrito, incluido en el plan antibandas reforzado con un operativo de más de 500 policías en la capital tras los dos crímenes ocurridos el primer fin de semana de febrero.

Pese a este amplio conocimiento de las bandas, los agentes les remarcan que en caso de caer en sus redes tendrán tres "problemas de seguridad", con la banda rival, con la Policía y con su propia banda, de la que será "casi imposible" salir, les aseguran.

UN EJEMPLO ESPERANZADOR

Muy difícil es abandonar una banda pero los miembros de pleno derecho hacen creer a sus jóvenes presas que resulta sencillo entrar, explica a los alumnos una de las agentes.

En la mayoría de los casos, los "mayores" determinan una prueba de acceso o "de fuego" para ellos, que suele ser resistir a una brutal paliza propinada por los integrantes de la banda durante varios segundos.

En este punto los menores a punto de ser captados se ven acorralados ya que en su entorno, según reconocen desde sus pupitres, está mal visto eso de ser un "chivato" y dar un paso al lado a tiempo.

Pero los policías de Puente de Vallecas tienen en un joven del barrio a su "ejemplo esperanzador", cuya historia, relatada por un agente, escuchan atentamente los alumnos.

El menor les confesó en su instituto que esa tarde estaba citado para recibir una de estas palizas tras la que, automáticamente, se convertiría en miembro de una banda.

Los agentes se pusieron a su entera disposición, pero cualquier día podía ser coaccionado para recibir el "bautismo" de la organización.

Días más tarde, en otra charla preventiva en la que participaron los mismos policías de Puente de Vallecas, los agentes contaban el caso cuando, de repente, una mujer se levantó y dijo "soy su madre y al final no fue a recibir la paliza".

EVITAR ELEMENTOS ATRACTIVOS

Durante la charla en el aula, de aproximadamente una hora de duración, no se exhiben símbolos o elementos relacionados con las bandas juveniles.

Tampoco se identifica a miembros de estas organizaciones o se visionan videoclips grabados en canchas de baloncesto y parques en los que enaltecen su actividad delictiva.

Al término del encuentro con los alumnos, los agentes aclaran que sería "contraproducente" mostrarles todo este tipo de elementos ya que son los que, en muchos casos, "atraen" a los menores al estilo de vida basado en la violencia que promulgan las bandas.

Sin embargo, no tienen pudor a la hora de enseñarles numerosas noticias sobre las consecuencias que en su propio barrio han sufrido jóvenes que en algún momento de sus vidas pudieron decir sí o no.

 

 

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