El consumo de analgésicos opioides es superior en las mujeres y en barrios pobres

El consumo de analgésicos opioides es superior en las mujeres y en barrios pobres

El consumo de medicamentos opioides, efectivos para tratar el dolor pero que generan adicción y efectos secundarios, se ha duplicado en la última década en España con diferencias sustanciales en función del género, ya que se receta más a las mujeres, y de la renta, pues se toman más en barrios pobres.


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Los opioides son un grupo de medicamentos con alta capacidad analgésica que se administran siempre bajo suscripción médica y han sido objeto de un estudio por parte del Observatorio del Sistema de Salud de Cataluña a partir de 372 áreas básicas de salud de la comunidad.

Entre los opioides más potentes destaca la morfina y, entre los menos agresivos, la codeína y el tramadol, y en función de cada caso se usan como terapia paliativa en el final de la vida o bien para reducir el dolor agudo en pacientes oncológicos.

En estos casos, la prescripción está muy estandarizada, pero no ocurre lo mismo en pacientes no oncológicos con dolor crónico, habitualmente muscular o esquelético, a los que también se les puede recetar estos medicamentos.

El problema de estos fármacos es que pierden efectividad si se consumen durante mucho tiempo y crean adicción -cada vez el paciente necesita más dosis u opioides más potentes-, al tiempo que pueden provocar efectos secundarios, especialmente en dosis altas y continuadas, como dificultades respiratorias, alteraciones hormonales o depresión del sistema nervioso.

Según datos de la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS), el consumo de opioides se ha duplicado en la última década, pasando de las 9.935 dosis por cada 1.000 habitantes al día (DHD) a las 20.884 en 2021, lo que sitúa a España en la décima posición de un ránking de países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) que encabeza EEUU.

"Cuando hay dolor, quien no tiene recursos para pagarse tratamientos complementarios como un fisioterapeuta y no puede ser atendido en unidades especializadas del dolor por la larga lista de espera, la vía rápida es recibir una medicación en el centro de atención primaria", ha destacado en declaraciones una de las autoras del estudio, Neus Carrilero.

Además de no poder pagar fisioterapeutas o psicólogos privados -que también ayudan a gestionar el dolor-, otros factores que explicarían estas diferencias son que, entre las clases trabajadoras, hay trabajos más físicos, lo que provoca más problemas en el aparato locomotor y una mayor morbilidad, según Carrilero, investigadora del Observatorio del Sistema de Salud, de la Agencia de Calidad y Evaluaciones Sanitarias (AQUAS) de la Generalitat.

El estudio pone de manifiesto además que las mujeres presentan un consumo más elevado que los hombres: a 218.354 varones se les recetó un opioide durante 2019, mientras que en el caso de las mujeres fueron 380.904 en el mismo periodo.

"En general, las mujeres están más medicalizadas, en parte porque no se las escucha tanto en las consultas como a los hombres ni se las deriva tanto a especialistas; hay un menor esfuerzo terapéutico", ha enfatizado Carrilero.

No es el único elemento; las mujeres viven más años -con la correspondiente cronificación de problemas de salud-, tienen menos tiempo libre para acudir a terapias complementarias -llevan mayoritariamente la carga del trabajo doméstico, más la laboral- y sufren en general más patologías musculares y esqueléticas, ha añadido la investigadora.

Con el fin de controlar el uso de estos medicamentos, el Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud aprobó el pasado septiembre el Plan de optimización de la utilización de opioides en el dolor crónico no oncológico.

El documento fija como objetivos, entre otros, determinar cuándo y en qué casos se debe iniciar el tratamiento de opioides, ayudar a establecer objetivos realistas con el paciente e implicarlos en el manejo del dolor y su tratamiento; y dar posibilidad de acceso a terapia no farmacológica.

Pero con esto no es suficiente para reducir la desigualdades, según Carrilero, que apunta algunas posibles soluciones: reducir ratios de pacientes por cada doctor de primaria, para que el facultativo tenga más tiempo de escuchar y atender al ciudadano sin necesidad de despacharlo rápido con una receta; proporcionar mejor acceso a unidades especializadas del dolor; y garantizar más personal de fisioterapia y psicología en la atención primaria.

 

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