El Alborán de los silencios agita el Auditorio Nacional de Madrid

El Alborán de los silencios agita el Auditorio Nacional de Madrid

Un largo sostenido de su voz fina y cristalina han bastado para que esta noche Pablo Alborán, rey de la música pop española, hiciera contener la respiración a la misma Sala Sinfónica en la que, bajo sus cuatro colosales lámparas, han cantado algunos de los más grandes de la lírica.


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El malagueño no había vuelto a prodigarse en un formato íntimo desde los días de su éxito inicial, gestado en pequeñas salas que rápidamente colgaban el cartel de "no hay entradas" sin apenas promoción y a las que acudía con su guitarra y un puñado de canciones como "Solamente tú".

Cierto es que, convertido después en el artista con mayores ventas en España de la última década, nunca faltaba en sus conciertos un pequeño tramo desenchufado frente al público, pero prácticamente hay que retrotraerse a su primer álbum en directo, "En acústico" (2011), para recordar lo bien que se maneja en estas coordenadas.

"En un teatro no hay trampa ni cartón. Te ven hasta el alma. Ese es el reto que me apetece vivir más que nunca, volver a sentir la responsabilidad de estar desnudo en el escenario", explicó antes de iniciar una gira a la búsqueda de los silencios tanto como de los sonidos.

Nada mejor para ello a su paso por Madrid que un espacio solemne y de acústica exquisita como el Auditorio Nacional, uno de los pocos que le faltaban por reclamar en la capital tras su paso por otros puntos emblemáticos como el Teatro Real, el WiZink Center o la Plaza de toros de Las Ventas.

"¡Ay, pero qué cerca estamos!", no podían sino celebrar algunas de las 2.400 personas que, según cifras de la organización, han asistido a esta cita en la corta distancia, preocupados por si en un espacio tan insigne se podría corear a gritos el nombre de su astro. huelga decir que no, no se han contenido.

Dos partes estructuran esta gira: la más amplia, en la que al artista lo acompaña una pequeña banda de tres músicos a las cuerdas y la percusión; otra en la que se presenta a solas ante sus seguidores sin más escudos que su voz como cuerda de equilibrista, un piano y una guitarra, como en sus comienzos.

Así ha arrancado la velada pasados unos pocos minutos después de las 20 horas, cuando a oscuras ha ocupado su lugar en el centro del escenario y, tras unos breves acordes, ha expandido su timbre con los versos de "Hablemos de amor" a la vez que a su espalda han encendido unas pantallas que, dispuestas como las páginas de su historia, han ido contando con más detalle sus emociones y pulsos.

"Esta noche estoy en Madrid y es especial. Madrid hace posible que mucha gente que viene de lejos se encuentre aquí, en el auditorio Nacional, gente que ha estado conmigo desde hace 10 años en bares y locales y que durante todo este tiempo han hecho que sean mágicos", ha recordado tras cantar "Desencuentro" un Alborán agradecido que ha prometido "dejarse el alma".

No ha tardado en demostrarlo el cantante del "fiato" elegante, ese fino hilo de voz sostenido con el aire justo, y son muchos los que han contenido la respiración (antes de irrumpir en aplausos) ante su interpretación al piano de canciones como "Ecos", "Que sea siempre verano", "Soy Capaz" y, especialmente, "Tanto".

Con "Miedo" ha abordado ya junto al resto de la banda la segunda parte, en la que ha sobresalido una excepcional "Saturno" que ha convertido el patio del auditorio en un planetario de luces y estrellas.

Cabe destacar las proyecciones que han acompañado muchos de los temas, algunos de los cuales han puesto brío al repertorio, como "La escalera" y "Pasos de cero", mientras otros como "Si hubieras querido" le han añadido sensualidad y un verso final moribundo que se resistía a volar de su garganta.

Aunque "no estuviésemos en el salón de casa", como ha recordado el anfitrión, ha sido una velada para la complicidad y la espontaneidad, para los guiños constantes a los músicos y al público de Madrid, incluso para el error incorporado con gracia o para el contoneo habanero de caderas en "De carne y hueso".

En la amplia muestra de su repertorio exhibida esta noche no han faltado ni temas seminales como "Te he echado de menos" o la bella "Perdóname", ni otros tan recientes como "Castillos de arena" o "Llueve sobre mojado", con el que ha puesto en pie al público para echar seguidamente el aparente cierre con "Dicen".

No podía ser, claro, porque aún no habían sonado algunas de las imprescindibles, como "Solamente tú", con la que ha abierto el tramo de los bises, de nuevo a solas, de nuevo como hace 11 años, justo antes de un "eterno" eterno en los impases finales de "Prometo" y de un quejío casi flamenco que en "Sobreviviré" ha hecho brotar algún "olé".

El remate auténtico ha llegado con "Quién", "Tabú" y "La fiesta", pero antes el Alborán de los silencios ha prescindido de toda amplificación para, con el micrófono a un lado y al filo del foso, entonar a viva voz "Tu refugio" en el momento quizás más mágico de la noche, respetado escrupulosamente por los oyentes con los puños cerrados y los corazones encogidos.

Irreprimibles los aplausos consiguientes, a los que este poeta adoptado por la ciudad ha respondido con un "¡Te amo, Madrid, te amo!".

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