Sánchez no se presenta

Sánchez no se presenta

Castilla y León vota dentro de dos días. Entre los candidatos más relevantes, aspiran a gobernar los mismos que se presentaron hace tres años. Alfonso Fernández Mañueco, quien dijo que debía gobernar la lista más votada, pero llegó a la presidencia a pesar de cosechar los peores resultados de su partido en la historia; y Francisco Igea, líder de un partido como Ciudadanos que afirmaba llegar para regenerar la política, pero acabó apuntalando al partido que llevaba más de 30 años gobernando la comunidad.

Entre ambos se repartieron el poder en todo territorio posible, con algunos cambalaches indignos, como el que permitió gobernar a Ciudadanos el Ayuntamiento de Palencia a pesar de obtener tan solo tres concejales. El intercambio de cromos tuvo que contemplarlo desde los escaños de la oposición el tercer actor, Luis Tudanca, que ganó las elecciones pero no obtuvo los avales para llegar a la presidencia.


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A estas alturas ya nadie puede dudar que esta convocatoria anticipada en Castilla y León no se ha decidido en Castilla y León. Forma parte de una estrategia que pretende desbrozar el camino de Pablo Casado hacia La Moncloa, aprovechando el rebufo de la extraordinaria victoria de Isabel Díaz Ayuso en la Comunidad de Madrid. Por eso, Pedro Sánchez se ha convertido en el candidato fantasma al que el aspirante del PP no ha dejado de citar en toda la campaña, azuzado y acompañado por un coro dirigido por Pablo Casado, rodeado siempre de vacas, jamones y barriles de vino, e interpretando algunos monólogos más propios del Club de la Comedia que de una contienda electoral seria. En el último debate, Pedro Sánchez fue más citado que los grandes problemas a los que se enfrenta esta comunidad histórica. Y son muchos.

En estos días las expectativas electorales del candidato popular han menguado, según las encuestas. Y la posibilidad de conseguir una victoria contundente que le permita gobernar en solitario se ha ido difuminando. En el citado debate televisado tuvo que recordar a sus conciudadanos que quien se presentaba a las elecciones era él, no Pablo Casado, porque de tanto apelar a Sánchez, Mañueco se había ido transmutando. Quizás ya era demasiado tarde.

Veremos qué sucede el domingo. Seguramente será difícil que Tudanca revalide la victoria, como también lo será que Mañueco obtenga una mayoría contundente que le permita gobernar en solitario. Y tampoco cabe descartar sorpresas. Pero la peor de ellas sería que VOX se haga tan determinante que entre a formar parte de un hipotético Gobierno del PP. Eso sería malo para el partido de Casado, que pasaría de tener un socio centrista a otro ultraderechista, y sería nefasto para Castilla y León y para el futuro político de este país.

Hace una semana, el error del popular Alberto Casero en la votación de la reforma laboral nos recordó la importancia decisiva que puede tener un solo voto en el destino de una ley o de unas elecciones. Conviene que los ciudadanos de Castilla y León no lo olviden el domingo.

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