Javier Limón: "Soy muy optimista con el futuro de la música"

Javier Limón: "Soy muy optimista con el futuro de la música"

Javier Limón cierra ciclo personal y profesional con el libro "Memorias de un productor musical", escrito "no para dar importancia al pasado", a sus éxitos ni a las maneras de hacer de entonces, pues este galardonado con un premio Grammy por "Lágrimas negras" (2003) dice aguardar con fervor el mañana.


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"Soy muy optimista con el futuro y con las nuevas tecnologías. Se está haciendo muy buena música y creo que va a ir a mejor", vaticina quien se reconoce admirador de Billie Eilish y se codeó de igual a igual con algunos de los más grandes, de Paco de Lucía a Bebo Valdés, pasando por Enrique Morente.

El fallecimiento de estos tres astros, más el anuncio de la retirada de otros iconos como Joan Manuel Serrat y la progresiva digitalización y globalización, le hizo pensar a Limón (Madrid, 1973) que se estaba produciendo "un cambio de ciclo" general, pero también en su vida.

"He empezado a trabajar con mis hijos de forma profesional. Veo que he dejado de ser el joven de la pandilla y que empiezo a ser el mayor, así que me pareció que no estaba mal hacer este alto en el camino", argumenta, antes de asentar del todo las razones de esta publicación: "Lo he escrito no para darle importancia al pasado sino para olvidarme de él".

Su "Memorias de un productor musical" (Debate) arranca con sus inicios en el mundo de la música sin padrinos ni antecedentes familiares y rápidamente aborda su relación con el mundo del flamenco aún siendo payo.

"En el flamenco hay sitio para todos, aunque es verdad que yo con los gitanos es con los que más cercano me he sentido siempre, porque tienen una manera de interpretar muy influenciada por su origen indio, muy rítmica y muy racial, que a mí me llega bastante", comenta.

El libro también analiza las otras dos patas en las que más se ha prodigado como productor y compositor: Iberoamérica por un lado y, por otro, el Mediterráneo y Oriente, ámbitos curiosos para quien se crió en paralelo con La Movida y aquellas ganas de empatizar con la modernidad de lo anglosajón.

"Pero es que no somos anglosajones. Siempre he entendido que para aportar algo a nivel internacional, hay que hacerlo desde nuestra raíz, que es muy buena, una referencia mundial", reivindica, y cita especialmente cómo en Iberoamérica confluyó "lo indígena, con lo africano y lo colonial, floreciendo de manera diferente".

En su libro no pasa por alto los discos a los que ha imprimido su sello y de los que se enorgullece, como "La rosa blanca" de Montse Cortés o "Terra" de Marisa Monte, "que en Portugal está considerado uno de los más importantes de su historia" y que abrió "nuevos caminos en el fado", con la inclusión del cajón o la batería en la música caboverdiana.

"Me ha merecido la pena equivocarme 10 veces y chocarme contra un muro, porque un día de repente ya no hay muro y con un machete he abierto una veredita nueva. Hay quien va muy rápido por una autopista, pero por allí van miles e irán miles", reflexiona este músico siempre a la búsqueda de encontrar algo "que se quede".

Uno de sus grandes hitos profesionales fue "Lágrimas negras", el disco de flamenco y jazz latino de Bebo Valdés y Diego el Cigala que produjo junto a Fernando Trueba y que le valió, entre otros galardones, un premio Grammy. A pesar de ello, relativiza su trascendencia personal.

"Para nada lo considero mi cima. Tuvo un momento muy especial, muy afortunado, y es de los más bonitos que recuerdo. Ha envejecido muy bien, pero los más importantes para mí son aquellos en los que me he involucrado también como compositor, como los de Buika, Sandra Carrasco...", señala.

De pasada abunda en un debate abierto por "algún periodista" sobre quién había sido "más productor o responsable" de aquel álbum ya mítico, si Valdés, si El Cigala o, tras los mandos, si él o Trueba. "Fernando tiene su propia discografía, yo la mía y escuchando ambas se entiende qué ha aportado cada uno. Pero para mí el líder de aquel disco fue Fernando Trueba", sentencia.

Limón, que ha trabajado al servicio de artistas muy diversos, de José Luis Perales a José Mercé, considera que un buen productor es aquel que sabe adaptarse a cualquier artista.

"Yo hago un disco si me pagan. No hay otro criterio. Nunca le he dicho que no a un artista. Luego estoy en mi derecho de hacerlo gratis a quien quiera, pero es como si un médico eligiera a sus pacientes", indica.

Aunque afirma que intenta adaptarse lo mejor posible a lo que quieran de él, en estas páginas compara su profesión con la del director de cine y, en ese supuesto, no niega que lo suyo a menudo tenga más que ver con el cine de autor.

"Las películas de Woody Allen son más suyas que de sus actores, igual que hay películas más del estudio. Lo que sería un error es llamar a Allen para hacer Iron Man", reflexiona, antes de confirmar sus deseos de afrontar el "segundo tramo" de su ciclo vital abundando más en la creación sinfónica y en África.