En nombre de la Constitución

En nombre de la Constitución

En el cuarenta y tres cumpleaños de la Constitución las élites institucionales del Reino de España se pasearon a cuerpo porque la pandemia ataca de nuevo. El solemne acto se celebró al aire libre, en las escalerillas del palacio, junto a los leones del Congreso, en una mañana fría pero soleada.

Eso no impidió que la lengua también saliera a pasear, dejando sustanciosas declaraciones, sobre todo entre la dirigencia más política del entramado institucional.


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Ahí incluyo la intervención de la presidenta de la Cámara Baja, Meritxell Batet. Como exponente señalado de la militancia socialista su intervención dejó dos campos abiertos a quienes nos dedicamos a procesar intenciones ajenas en la actualidad política. Uno, la ausencia del Rey en el discurso. Y otro, el cuestionamiento del populismo.

En el primero aprecio un deliberado propósito de marcar distancias con la Corona, cuya imagen está siendo perjudicada por la poco ejemplar conducta de don Juan Carlos de Borbón, aunque me parece injusto hacérselo pagar a Felipe VI, que hace impecablemente sus deberes como jefe del Estado. En el segundo, advierto una carga de profundidad contra el "proyecto de país" que se está gestando en la cabeza de la vicepresidenta segunda del Gobierno, Yolanda Díaz. El elogio a los partidos, como vehículos del pluralismo, contrata con ese neoperonismo de Díaz, que reniega de ellos en favor de la "transversalidad".

El resto de la crónica de la jornada es un compendio de testimonios y declaraciones que confirman la vigencia de las dos amenazas contra el sistema democrático señaladas por Meritxell Batet: populismo y polarización. Las mismas amenazas que apuntan en el pensamiento del expresidente Rajoy recogido en su reciente libro 'Política para adultos'. A saber: polarización y populismo.

Es lo que hay en el manifiesto de los nacionalismos contra la Constitución y en la declarada aversión al "régimen del 78" por parte de los socios del PSOE en el Gobierno de coalición. Las declaraciones de Jaume Asens no dejan lugar a dudas. Compara nuestra Carta Magna con un traje viejo que debería ir al trastero y aboga por darle la palabra a los españoles para que elijan entre una "monarquía obsoleta y corrompida" o una "Republica moderna y democrática". Más clara no puede ser la posición de esta parte del Gobierno que, según Sánchez, adopta la Constitución como "la hoja de ruta del Gobierno progresista de España".

Lo demás salió de los llamados "corrillos". Descomprometidas apelaciones a cumplir la Constitución antes de pensar en reformarla. Y la impresión general de que por ahora no se dan ni de lejos las condiciones de una eventual reforma. De momento, los amigos de Sánchez la tienen acobardada y a la defensiva.

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