Javier Giner: "Vivimos en una sociedad adicta y toxicómanos somos todos"

Javier Giner: "Vivimos en una sociedad adicta y toxicómanos somos todos"

Creció en el País Vasco en los años 80, en plena epidemia de la heroína. "Para mí los toxicómanos eran esas personas que están al otro lado de la acera, escondidas en portales con jeringuillas", dice Javier Giner, cineasta y escritor que acaba de publicar "Yo adicto", una novela de no ficción en la que relata su propio proceso de desintoxicación.


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Conocido en el mundo del cine por ser jefe de prensa de El Deseo y representante de Penélope Cruz, Giner estudió dirección de cine en Los Ángeles y trabajó en los estudios MGM antes de regresar a Madrid y caer en la adicción al alcohol y la cocaína, un proceso autodestructivo que describe como "una escalada progresiva y en la sombra".

El libro, su viaje hacia la luz, lo publica doce años después de salir de la clínica de desintoxicación y, pese a los estigmas que aún rodean al toxicómano, no solo emociona y divierte al lector en un ejercicio de honestidad total, sino que consigue que cualquiera pueda sentirse identificado.

"La toxicomanía es una enfermedad extrema, pero antes de llegar a eso, la experiencia humana es común: inseguridades, miedos, rechazo a uno mismo, no gestionar bien tus emociones", describe. "Vivimos en una sociedad adictiva y toxicómanos, a distintos niveles, somos todos".

Él habla de alcohol y cocaína, pero se puede extrapolar a la comida, el sexo, la ludopatía, la vigorexia, las compras compulsivas o el enganche a las redes sociales.

"Los circuitos neuronales de gratificación instantánea son los mismos con las redes sociales y la droga. La adicción a las redes, como ocurre con la droga, termina permeando todos los aspectos de tu vida, tu comportamiento, tu manera de relacionarte, tu tiempo, tus intereses, lleva el mismo circulo vicioso que la heroína", afirma.

La primera parte del libro es un relato sin tapujos sobre cómo fue cayendo en el abandono de sí mismo hasta convertir su propia casa en una especie de "after" perpetuo, donde no faltaban las drogas y el sexo compulsivo con desconocidos.

Pero el grueso del relato transcurre durante su estancia en la clínica, donde anotó en sus diarios todo lo que le iba ocurriendo por dentro y por fuera, sus relaciones con los terapeutas y con otros adictos, personajes secundarios de esta novela que Giner espera poder convertir en película o serie de televisión.

En la introducción explica que el principal objetivo del libro es ayudar a los adictos y a los que les rodean; por eso insiste en que lo más difícil de todo es admitir el problema, superar la vergüenza y pedir ayuda.

"Que te rescaten, grita por el salvavidas, no pasa nada por no ser un superhéroe", subraya, "no eres un fracaso, es una putada y se pasa fatal, el sufrimiento es inenarrable, pero se puede atravesar".

Por eso, también le irritan relatos como el que expuso Miguel Bosé anoche en el programa de Jordi Évole. "Es de una irresponsabilidad aberrante, si has consumido dos gramos diarios durante 20 años, que nos cuentes esa especie de cuento de hadas de que subiendo a un escenario decidiste que lo dejabas".

Giner compara ese proceso psicológico de reconocer el problema y pedir ayuda con lo que atraviesan las víctimas del maltrato e insiste en que, junto a la petición de ayuda, la otra enseñanza clave es hablar y hablar.

"Hay una leyenda urbana que dice que hablar de estas problemáticas las fomenta, cuando es todo lo contrario: hablar del suicidio, de la toxicomanía o la violencia machista lo que hace es prevenirlo".

Finalmente el tema que subyace en "Yo adicto" es el de la salud mental y el aprendizaje de la gestión emocional. La droga es un síntoma, como la fiebre, pero para atajar el problema hay que profundizar.

"Yo he recibido una educación muy buena", dice Giner, "se me puede considerar una persona inteligente, funcional, profesional y, sin embargo, yo aprendo de gestión emocional porque ingreso en una clínica de desintoxicación, ¿cómo puede ser?", lanza.

Sobre el "prejuicio" que tiende a unir drogas y mundo de la farándula, sostiene que es irreal. "Cuando ingresé en la clínica esperaba encontrarme ahí a artistas torturados y trasuntos de Bukowski, pero lo que me encuentro son mecánicos, pediatras, medicas y juezas", señala.

"Ahora mismo, las clínicas de desintoxicación están llenas de jóvenes ludópatas de clase obrera que se enfrentan a la precariedad y la falta de futuro... La adicción es transversal, no importa tu clase, raza u orientación sexual, es una ruleta rusa".

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