Viva del Rey, gritan unos; los otros...

Viva del Rey, gritan unos; los otros...

Había que estar especialmente atentos este año a la conmemoración del Día de la Fiesta Nacional. No solamente, claro, porque jamás se había celebrado en esta versión reducida y con mascarillas, sino, especialmente, para calibrar hasta qué punto la tensión política puede llegar a afectar incluso al protocolo, cosa que, hasta donde se me alcanza, no ocurrió.

Pero el hecho de que hubiese que buscar detalles significativos, el breve cruce de palabras entre Pedro Sánchez e Isabel Díaz Ayuso, cómo unos y otros se saludaban con el Rey, que Pablo Iglesias tratase de hablar con los jueces a los que tanto ha denostado y a los que tanto teme, eran muestras inequívocas de que, aquí, de normalidad, nada.


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Al no haber podido asistir presencialmente, como en años anteriores, a la celebración en el palacio de Oriente estoy seguro de que se me han escapado gestos y guiños que, sin duda, abundaron para abonar comentarios para todos los gustos. Pero las banderas, los himnos, cuyo respeto hace grande a un Estado, allí estaban, lo mismo que gentes que, desde fuera de la plaza de la Armería, gritaban 'viva el Rey'. Quizá más que nunca, porque existe la sensación de que, este año más que nunca, el jefe del Estado necesita dosis especiales de protección y cuidado.

Porque el marco político es, por decir lo menos, malo. ¿Es España un 'Estado fallido', como dice un importante periódico suizo? ¿Reina el caos en el país, como afirma un diario alemán y sugiere con no poca frecuencia el 'New York Times'? ¿"Ha fracasado España", tal cual se pregunta un significativo 'think tank' francés? Si lo juntamos todo, como hacían este lunes, precisamente el día de la fiesta nacional, algunos digitales independentistas, la sensación es impactante. Y lo es aún más si se suman los comentarios, con firmas muy apreciables, aparecidos en no pocos medios españoles, que rezuman pesimismo y cierto aroma a catástrofe, a nacional-desánimo muy 1898.

'Radiografía de un país camino a la perdición', titulaba este lunes su columna el director de un influyente periódico digital, donde otro colaborador destacado hablaba de que este 12 de octubre, celebrado como con sordina, constituye una especie de 'réquiem nacional'. Las portadas de la mayor parte de los diarios españoles son pesimistas y, si no hubiese sido por Rafael Nadal, a quien todos elogiaban acaso a veces con un punto de desmesura, todo sería llanto y crujir de dientes: el virus, disparado hacia arriba, justo lo contrario que la economía, que va para abajo; problemas en un Gobierno enfrentado a los jueces --que ya tienen, también ellos, sus propias angustias--, Europa que nos mira con cada vez más recelo, guerra absurda Gobierno Central-Gobierno de la Comunidad de Madrid... Unos acusan a los otros, y los otros a los unos, ya sin rebozo, y me parece que con escasa justificación, de 'golpismo de Estado', sin percatarse del daño que todo esto causa a la imagen exterior de España.

Imposible no percibir cómo se debilita, día a día, la Jefatura del Estado, que habría de ser la garantía de la permanencia de un país fuerte en sus convicciones democráticas y constitucionales. Que surjan manifiestos y vídeos dando 'vivas al Rey', como la iniciativa del grupo 'Libres e Iguales', puede ser el indicio de que una de las dos Españas se mantiene fiel a la forma del Estado; pero también está la otra parte, la que no firma esos manifiestos por mucho que se lo pidan, en abierto desdén por apoyar esa forma monárquica del Reino de España. No puede ser que la Corona esté apoyada casi exclusivamente por la derecha, y que su estabilidad dependa apenas de que el actual jefe del Gobierno la respalde, cosa que, por suerte --y por cálculo--, Pedro Sánchez, al menos por el momento, hace.

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