El rencor y las mentiras

El rencor y las mentiras

Una de las grandes diferencias entre la transición, que algunos quieren denostar ahora, y la época actual es que, en aquel momento, los protagonistas de uno y otro lado aparcaron el rencor y el odio, para el que tenían suficientes motivos, y hasta la sed de venganza, para concentrarse en lo que interesaba de verdad: una democracia en libertad, con ciudadanos en lugar de súbditos, una sociedad más igual y, cuanto antes, fuerte económicamente.

Hay muchas más cosas que separan aquella etapa de ésta pero, sin duda, una de las más importantes es que políticos de signos radicalmente opuestos, algunos de los cuales habían pagado los errores de otros tiempos con el exilio o la cárcel y otros que se habían criado dentro del régimen franquista pero que querían una sociedad diferente, fueron capaces de poner en marcha un Estado social y democrático de Derecho que nos ha permitido la mayor etapa de paz social, de libertad y de crecimiento económico y empleo de los últimos siglos.


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No es que aparcaran las diferencias, que no lo hicieron, es que eran capaces de ponerse de acuerdo en los grandes asuntos. Costó muchas renuncias de unos y de otros y fue fruto de un comportamiento admirable de políticos de izquierdas, derechas y centro y, entonces, de un gran Rey. Por eso es absolutamente miserable ver ahora cómo, desde la derecha y desde la izquierda, el rencor de unos y de otros intenta destruir todo lo conseguido, ver cómo se debilitan y se ponen en peligro las principales instituciones y cómo se atiza la polarización para destruir al adversario.

Hoy, el odio está en el aire y no ha venido solo, lo están trayendo algunos de los políticos que nos gobiernan -que, por eso, son más responsables- y de los que están en la oposición. Y como decía el presidente de Extremadura, Guillermo Fernández Vara, "el odio llega un día y se queda por generaciones". No nos lo tienen que contar a los españoles.

Es impresentable que los políticos azucen el rencor y que mientan a los ciudadanos. Lo hace el presidente del Parlamento catalán cuando rechaza e ignora institucionalmente la visita del Rey a Cataluña. Lo hace el presidente del Gobierno cuando se adjudica el papel de 'controlador' del Rey, cuando trata de reescribir la historia de España o cuando pacta con los herederos de ETA e ignora a las víctimas.

Lo hace el vicepresidente del Gobierno -ahora oficialmente investigado por denuncia falsa y revelación de secretos- cuando denigra al Poder Judicial y, junto con el presidente, trata de controlarlo por métodos antidemocráticos. Lo hace la derecha cuando presenta a los inmigrantes como un peligro y una amenaza, o cuando quitan calles a dirigentes socialistas en lugar de dar ejemplo de reconciliación. Lo hacen Gobierno y comunidades autónomas cuando nos engañan con las cifras de víctimas o contagiados por el coronavirus.

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