La que se avecina

La que se avecina

Lo que se le viene encima al Gobierno, y al país en general, no es como para distraerse en los ensueños tribales de algún territorio o en las teorías conspiratorias de Podemos retroalimentadas con las de VOX. Los extremos se tocan. Y no hacen ninguna falta frente a una venidera realidad de retroceso económico "sin precedentes", según el Banco de España. Es la puerta abierta al paro, la pobreza y el malestar social.

Sin embargo, los sueños tribales y las reyertas verbales entre líderes políticos e incluso gobernantes con mando en plaza han llegado a politizar la guerra contra la pandemia hasta límites insoportables. Véase con qué ligereza va y viene el calificativo "criminal" entre el vicepresidente del Gobierno, Iglesias Turrión, y la presidenta madrileña, Díaz Ayuso.


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En ninguna parte se ha politizado la pandemia como en España. El resultado es un irrespirable clima de confrontación. A un lado, quienes sostienen que el Gobierno lo hizo todo mal. Al otro, quienes sostienen que lo hizo todo bien excepto errores cometidos por culpa de otros. La dicotomía se ha trasladado a buena parte de la población civil, la que se expresa sin trabas a través de las redes digitales, convertidas en un basurero.

Es problema de fondo la baja calidad de la clase política. Se vale de la crisis sanitaria para atornillarse a sus intereses de partido. Me remito a los plenos del Congreso destinados a autorizar las prórrogas del estado de alarma como herramienta principal para frenar la expansión del coronavirus. Sostengo que, a juzgar por los cruces verbales de los distintos portavoces, no se priorizó la salud pública por encima de otros intereses.

Se vio con toda claridad en los regates en corto practicados por el Gobierno para conseguir las mayorías necesarias en las sucesivas prolongaciones del estado de alarma. Los partidos contactados por Moncloa pusieron -ponen- condiciones ajenas al asunto central (salvar vidas y garantizar la salud pública), hasta el punto de convertir el voto del diputado en mercancía que se compra y se vende a precio de mercado.

Hoy por hoy la pandemia está bajo control. Tras el luto y los agradecimientos, vamos a entrar con muchas precauciones en un periodo de libertad vigilada a la espera de una vacuna. Con dos retos. El de la reconstrucción y el de la gobernabilidad. Espero que el primero no dependa de la comisión de reconstrucción económica y social creada en el Congreso como resorte político destinado a reactivar el sistema productivo desde la unidad. Y en cuanto al segundo, pesa como una losa la anomalía de un amontonamiento de fuerzas heterogéneas en torno a la causa del Gobierno de Sánchez.

En los dos casos aflora la desalentadora constatación de que el coronavirus ha desunido a la clase política en vez de unirla frente a un enemigo común insensible a las opiniones de sus víctimas.

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