Alejandro Sanz sirve "Sirope" de cerca

Alejandro Sanz sirve "Sirope" de cerca

Una muestra reducida de la gira "Sirope" en extensión y medios escenográficos, que no en los musicales, es lo que ha ofrecido Alejandro Sanz a unos pocos centenares de privilegiados que han disfrutado esta noche a escasos metros de su estrella del primer concierto "Básico 40" de la temporada.


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"¡Qué bien, qué cerquita!", reconocía el madrileño nada más subirse al escenario emplazado en la majestuosa Sala de las Columnas del Círculo de Bellas Artes de Madrid, para participar por tercera vez en estos encuentros musicales en formato íntimo (que no acústico) que organiza la cadena 40 Principales y que próximamente emitirá su canal de televisión.

Fue en 1993 cuando Sanz participó por primera vez en uno de ellos, cuando solo se llamaban "Básicos", su premisa era la de ofrecer música en acústico y surgieron como respuesta a los MTV Unplugged.

Él fue, de hecho, el segundo artista en grabar uno de estos recitales singulares y hoy, más de 20 años después, ha repetido experiencia con un bagaje infinitamente superior al que reunía entonces, cuando su fulgurante ascenso radicaba en el inmenso éxito de dos discos de estudio, "Viviendo Deprisa" (1991) y "Si Tú Me Miras" (1993).

No habían llegado todavía "3" (1995), ni mucho menos "Más" (1997), "El Alma Al Aire" (2000), "No Es Lo Mismo" (2003), "El Tren De Los Momentos" (2006), "Paraíso Express" (2009), "La Música No Se Toca" (2012), ni tampoco el más reciente "Sirope" (2015).

En total han sido diez discos de estudio, sin contar aquel seminal "Los chulos son pa' cuidarlos" de 1989, que no reconoce como propio, ni los numerosos álbumes grabados en directo.

El último de ellos, precisamente, ya era una fotografía sonora de la gira de "Sirope", que a su término en Sevilla había reunido a más de 300.000 espectadores en 25 conciertos, incluyendo tres noches en recintos multitudinarios como el Barclaycard Center de Madrid.

Sanz retomará esa gira el próximo verano, pero antes se ha plantado de nuevo en la capital para ofrecer un extracto de la misma, acompañado de sus ochos músicos, ni uno menos, y apoyando esta vez más el peso del repertorio en el último disco, sin más novedades que hicieran de este encuentro algo realmente singular, más allá de la proximidad.

Durante la cerca de 1 hora y 15 minutos de concierto, Sanz ha vuelto a echar mano de los instrumentos de viento-metal para darle a muchas de las canciones interpretadas, una docena, un barniz más cercano al sonido de Nueva Orleans con el que ha impregnado todo "Sirope".

No habría estado mal escuchar sin embargo cómo suena hoy por hoy Alejandro Sanz sin tanto parapeto musical, que por momentos hace de su música algo espectacular (como en "Corazón partío") y por momentos hace del conjunto una nave sin voz de mando, al menos no la suya, que se pierde en el sinfín instrumental.

De riguroso negro, Sanz ha comenzado el repertorio con "El silencio de los cuerdos", quizás por esos versos que parecen saludar a 2016: "A cada año que empieza yo le pido un año tranquilo (...) / A cada año que empieza yo le pido suaves sonidos".

Le han seguido "A mí no me importa", "Desde cuándo" (que ha despertado suspiros entre el público), "Quisiera ser" y "No me compares", antes de un popurrí que, como en la gira, sigue sabiendo a poco al abordar en versión corta temas vitales como "Amiga mía" y, sobre todo, la enorme "Y si fuera ella".

Sí le dedica su espacio completo a "Mi marciana", con un final de percusión explosiva que rompe la melodía (casi un poco a lo Wilco), a "Camino de rosas" y a "Corazón partío", así como a "Un zombie a la intemperie", "A que no me dejas" (con trompetas mariachis que le sientan muy bien) y, como remate, "Looking for paradise" y "capitán tapón".

Nada sin embargo de esos guiños a su pasado más profundo que hacían del tour de "Sirope" algo entrañable, con "Lo ves" a solas al piano o, sobre todo, las nuevas versiones de "Viviendo deprisa" y "Pisando fuerte". Habrá que esperar para ver a Sanz realmente de cerca.