Estopa demuestra que la complicidad también es un arte

Estopa demuestra que la complicidad también es un arte

Cantó David Muñoz que se sentía "Tan solo" en la primera canción que el público de Madrid no le creyó y, tajante, le contestó a gritos como en un enorme karaoke, dando palmas y lanzando piropos para demostrar que la noche con los Estopa, solos sobre Las Tablas, sería una velada de auténtica complicidad.


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Así comenzó su concierto en Madrid, el primero de los cuatro ya sin entradas que ofrecerán los hermanos Muñoz en el Teatro Nuevo Apolo para cerrar la gira "A solas", que les ha llevado a refugiarse en teatros y pequeños recintos de toda España en donde han actuado sin banda, sin artificios y sin maquillajes: sólo ellos y sus dos guitarras.

Juegan Estopa en corto con un formato reducido, cercano, en el que mezclan las canciones con numerosos guiños al público, y todo ello en un decorado como si fuera un plaza de barrio, con la ropa tendida, pintadas en las paredes de ladrillo, cajas de cerveza apiladas y la puerta de un bar que podría ser el de su padre en Cornellá.

Muy contentos por tocar en un teatro "con más años que los Rolling", Estopa atacaron con sus mejores armas desde el comienzo gracias a "Vuelvo a las andadas", "Tu calorro" y, sobre todo, "El del medio de Los Chichos", muy celebradas por el público, quizá todavía impresionado por lo especial de la ocasión.

Dijo José que el concierto sería "relajado, tranquilo, para el disfrute", y las señas de identidad de Estopa, aquellas que encumbraron a dos tipos tan normales que parecen los vecinos de todos, permanecieron intactas: rumba contagiosa, derroche de gracia, espontaneidad, gestos naturales y despreocupados, golpes de guitarra y pose canalla y divertida.

Los hermanos Muñoz son ya tan reconocibles sobre el escenario que parece que lleven toda la vida ahí, con David cantando con los ojos cerrados, los brazos en alto y la sonrisa pícara, y acompañado por su inseparable hermano José al rescate con la guitarra.

Tras un comienzo enérgico, soltaron el acelerador y bajaron las luces para tocar "Luna Lunera", una muy expresiva "Ya no me acuerdo" y "Cuanto tú te vas", quizá la canción más intima del repertorio y uno de los mejores momentos de la noche.

Y entre canción y canción, chistes y más chistes, casi como si fueran monologuistas. Bebieron cervezas, amenazaron con echar un pitillo, contaron mil anécdotas, jugaron con espectadores sobre el escenario e incluso pidieron ayuda al público para afinar sus guitarras.

Pero el show, que ha sido diseñado por El Terrat, era un juego que tenía sus riesgos y fue evidente que el ritmo, a veces demasiado teatral, con algunos parones y bromas de más, podía ser un lastre para el espectador que buscara un concierto tradicional.

Poco importaron estas minucias al público de Madrid, rendido, encantado con todas y cada una de las gracias y ocurrencias de los Estopa y metido en el concierto hasta límites insólitos.

Con palmas constantes e incontables olés, no hubo ni una canción, ni un solo verso del concierto, que no cantaran perfectamente, porque los fans de Estopa, muchos de los cuales han crecido con su música, recitaron de memoria todas las letras, de principio a fin y sin fallos, como si fuera la lista de las preposiciones.

Es indudable que las historias de Estopa enganchan por naturales, por espontáneas, por sinceras. Y no importa que hayan pasado ya quince años de "La raja de tu falda", porque sigue levantando al público sin remedio, tanto que la chica invitada a subir al escenario no dudó ni un instante en ponerse a bailar frente a una audiencia de desconocidos.

A los desempleados que buscan trabajo en España día tras día dedicaron una acelerada "Pastillas de freno" y aún subirían más la intensidad con "Me falta el aliento", antes de que en los bises invitaran a una joven del público a cantar "Naturaleza".

En la traca final no ahorraron cartuchos y el público, ya de pie, incluido el acomodador, olvidó que estaba en un teatro y enloqueció con "Cacho a cacho" y "Como Camarón".

El sentido "¡oh!" de los espectadores cuando bajó finalmente el telón vino a demostrar, como se pudo comprobar en toda la noche, que el secreto de Estopa no son sus canciones, sus letras ingeniosas ni su actitud cercana: su tesoro es la impagable complicidad que tienen con su público.