Crítica de 'La Venus de las Pieles'

Crítica de 'La Venus de las Pieles'

Desde la Grecia Clásica de Afrodita hasta la obra de teatro, 'Venus in Fur', creada por David Ives y adaptada junto al mismo director Roman Polanski, han pasado los siglos y las civilizaciones, las ideas y el avance en la sexualidad. Sin embargo, sin los dos sexos enfrentados (incluso a veces revueltos) de nada hubiera servido escribir sobre la batalla cruenta o no, entre la mujer venusiana y los hombres marcianos. Así como la lucha entre este escenario en el barro de Las Tablas y el cuero, con la bella y enigmática actriz Vanda frente al director de la obra Thomas, o mejor deberíamos nombrarle como su alter ego novelesco Severin von Kusiemski, según las piezas literarias en las que se basa del escritor austriaco Leopold von Sacher-Masoch. Llevada varias veces a la gran pantalla (incluso por Jesús Franco), triunfando en los escenarios de Broadway y todo el mundo, e incluso hecha canción por The Velvet Underground.


Si no te convence, ¡darse de baja es un clic!
Estoy de acuerdo con los Términos y condiciones y los Política de privacidad




Esta especie de Venus no se parece a aquellas clásicas sin brazos de belleza marmórea, si por su fuerza afrodisiaca o vengativa. Ni siquiera a aquella semidesnuda y arropada, de nuestro Velázquez, la pictórica Venus frente al Espejo, pero en esta película existen cuadros filmados por Polanski que son de belleza prácticamente al óleo teatralizado. La obra hace referencia a una lucha sexual, a una denominación de las desviaciones sexuales y atracciones psicológicas mediante el nombre del apellido del autor, nacimiento del masoquismo, con permiso del marqués, no Vicente sino Sade (aunque ese es otro sado). Una relación entre hombre y mujer, ama con esclavo. Un contrato en el que se vende el deseo como si fuera la propia alma.

Una mujer que se comiera a mordiscos la luna, que bailara una danza frenética frente al macho dominante, abre no por novena vez sino por cuarta la puerta de su actuación con Polanski. Un director cada vez más adaptado a las tablas, rueda con devoción clásica una partida entre lo atractivo y lo siniestro, entre la dama oculta y fantasmal, y el escritor y director teatral que pareciese haber tomado prestadas las maneras del propio autor, aunque desconozcamos los pormenores de la historia interna del cineasta.

En este tablero formado por cuadros repetitivos por los intenso, se mezclan los negros del cuero y el guion, con los blancos rostros pálidos del pistolero. En el escenario teatral, de una diligencia sin ruedas pero sobre ellas, dirige con paso firme y atrevido, las diferencias del héroe fordiano atrapado en la tela de la dama (¿puta, de mala pécora que no por vender su carne, o diosa?). Un Wayne guapo, débil e informal. La transformación del duque en mariposa, atrapado en ligaduras femeninas en un juego sexual que nunca puede quedar en tablas.

La de las cuatro pelis es la dominadora, dama o ama Emmanuelle Seigner, en plan Venus vengadora y licenciada en artes del clásico romano y la oratoria. Emergente altivez y atractiva lengua a punto de cumplir años este mismo mes. Atada a Polanski y a las Chicas de Yasmina Reza, en trío teatralizado. El Wayne contratante y vilipendiado es Mathieu Amalric (magnífico co-partenaire de la Seigner en la Escafandra y la Mariposa de Julian Schnabel) como padrino piel roja, atado al tótem fálico de la discriminación.

En fin, 'La Venus de las Pieles' entronca con el teatro clásico y las relaciones humanas de hombres y diosas de la antigüedad, señales del poder de la maternidad sobre la simple inseminación masculina. De las raíces de un director Roman que no romano, desde la repulsión femenina hacia el macho, hasta 'Un Dios Salvaje' sobre el escenario, iluminación con puesta en escena incluidos. Y la excelente música del compositor de 'Philomena', 'El curioso caso de Benjamin Button' o 'Argo', entre otras, Alexandre Desplat in crescendo. Adaptación que se toca de cerca también con el cine de Ingmar Bergman en su relación vital con el sexo y la muerte, entre el caballero y esta misma en su ajedrez de la vida, o más cercano e inevitable juego de La Huella, con el cazador cazado, del siempre magnífico Joseph Leo Mankiewicz. Paralelismo entre lo cinematográfico y el lenguaje vivo de dos personajes en el escenario.

Algunos puedan calificar esta película de pretenciosa, pero, acaso los clásicos no lo eran. Sin embargo, embauca y atrae a ambos géneros por igual, caemos de bruces ante sus botas, babeando ante la belleza de un corpiño ajustados como unas medias de seda. Valiente y graciosa, como un disfraz de payaso ante un detective vestido de espectador absorto en su butaca; y llamativa como un juego de depredación sexual, entre superiores e inferiores, entre clases e inteligencias de género. Polanski se decanta al igual que la obra por la idolatría ante la inteligencia femenina frente al maniatado esclavo masculino, con un cebo en forma de fusta de abedul en el ojo desorbitado del exceso sexual (en lugar del alfiler del guiño autómata del vencido).

Al final, un silencio del ridículo ante los aplausos del público como autómatas de la función, ante el talento a raudales y el riesgo de la puesta en escena "polanskiana".

Hace más de 25 años que no rueda en producciones americanas, pero entre Francia e Inglaterra, Polanski ha encontrado un filón a su creatividad... y el ardor.

***** Muy Buena ****

Escribir un comentario

Enviar

Publish the Menu module to "offcanvas" position. Here you can publish other modules as well.